En el golfo que separa la península del Sinaí de la península arábiga surgen tres ciudades:
Eilat (en la parte de Israel, donde dormiremos hoy y mañana) es como un mini Las Vegas sin casinos. En medio de un paisaje desértico hay una hilera de hoteles modernos, tiendas de recuerdos y restaurantes. Todo lleno de turistas occidentales, que practican deportes acuáticos y se tuestan al sol.
Áqaba (en la parte de Jordania) es conocida por sus arrecifes de coral, balnearios y hoteles de lujo.
Taba (en la parte de Egipto) es como sus hermanas, pero más pobre.
Por aquí entraron los israelitas, guiados por Moisés, en la Tierra Prometida. Los exploradores se adentraron en Israel, pero tuvieron miedo de sus habitantes, por lo que vagaron durante 40 años por el desierto.
Oremos: Tus antiguos prodigios se renuevan, Señor, también en nuestros tiempos, pues lo que tu poder hizo con las aguas para librar a un solo pueblo de la esclavitud del faraón, lo repites ahora, por medio del agua del bautismo, para salvar a todas las naciones. Concede a todos los hombres del mundo entero contarse entre los hijos de Abraham y participar de la dignidad del pueblo elegido. Por nuestro Señor Jesucristo.
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