jueves, 31 de diciembre de 2020
Pregón de noche vieja y año nuevo
Hablando con propiedad, el 31 de diciembre no es una fiesta litúrgica. Pero es una fecha muy arraigada en la sociedad, que celebra el final de año con conciertos, cenas, fuegos de artificio y otras manifestaciones populares.
Así la presenta la Congregación para el Culto Divino: «La ocasión invita a los fieles a reflexionar sobre el “misterio del tiempo”, que corre veloz e inexorable. Esto suscita en su espíritu un doble sentimiento: arrepentimiento y pesar por las culpas cometidas y por las ocasiones de gracia perdidas durante el año que llega a su fin; agradecimiento por los beneficios recibidos de Dios. Esta doble actitud ha dado origen, respectivamente, a dos ejercicios de piedad: la exposición prolongada del Santísimo Sacramento, que ofrece una ocasión a las comunidades religiosas y a los fieles, para un tiempo de oración, preferentemente en silencio; y al canto del “Te Deum”, como expresión comunitaria de alabanza y agradecimiento por los beneficios obtenidos de Dios en el curso del año que está a punto de terminar».
Les propongo un pregón de Nochevieja y Año Nuevo (recreo un texto de monseñor Alberto Iniesta).
Hermano, hermana:
La Nochevieja no es un invento de la Iglesia,
no es una fiesta litúrgica; pero es una fiesta del hombre
y es –por lo tanto– también una fiesta nuestra.
Es una fiesta agridulce,
en la que el hombre expresa –sin saberlo–
su afán de futuro, su deseo de eternidad,
su esperanza secreta, pero a la vez radical y profunda,
de resurrección.
¡Vida Nueva! ¡Si fuera verdad…!
¡Nueva, siempre nueva! ¡Vida, siempre viva!
Esta fiesta, este juego,
este sueño –a la vez humilde y ambicioso–
que el hombre eleva a Dios sin saberlo
es un grito que el Padre escucha
y que el cristiano entiende.
Si usted tiene más barriga, pero más corazón;
si usted tiene más arrugas, pero más amor;
si usted tiene más años, pero menos egoísmo…
¡Feliz Año Nuevo!
Si se ha esforzado por ayudar a sus semejantes
y piensa seguir haciéndolo; si levantó a los caídos
y escuchó a quienes necesitaban explayarse con alguien;
si visitó al enfermo
y compartió con el necesitado;
si gastó 365 días en ayudar a su prójimo en lo que podía,
si intentó ser bueno, una y mil veces,
aunque no siempre lo consiguiera…
¡Feliz Año Nuevo!
Hermano, hermana:
Cristo es nuestro tiempo, Cristo es nuestro futuro.
Cristo no juega con nosotros
cuando nos dice con toda la seriedad del mundo:
"Este es el tiempo de la gracia.
Hoy es el día de la salvación,
porque yo estoy en medio de vosotros,
porque no me he marchado;
porque mi gracia es más grande que el tiempo,
porque mi amor es más fuerte que la muerte".
Hermano, hermana:
Aunque no seas todo lo bueno que querrías,
aunque el futuro económico se presente sombrío,
Cristo es el Señor del tiempo y de la historia
y nunca te dejará de su mano.
Si crees esto,
¡Feliz Año Nuevo!
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