En nuestros días, Janucá es el símbolo de la constante lucha del pueblo judío por mantener su fe y su manera de vivir. También celebra la creación del estado de Israel y sus continuas victorias militares contra los vecinos musulmanes, con la esperanza de que pronto venga el mesías a establecer la paz definitiva para su pueblo. Pero profundicemos un poco en su significado:
Los libros de los Macabeos cuentan cómo el rey Antíoco Epífanes impuso la lengua, la religión y las tradiciones griegas en todo su imperio, prohibiendo las costumbres locales. Los miembros de una familia piadosa (los Macabeos) iniciaron una sublevación contra los invasores seléucidas en el 168 a.C. Después de tres años de guerra consiguieron una cierta independencia para Israel, que se prolongó durante unos cien años, hasta la invasión romana.
El 25 del mes hebreo de Kislev del año 165 a.C. se volvió a consagrar el templo de Jerusalén y se encendió nuevamente la menorá, el candelabro de siete brazos que ardía de día y de noche en el templo. A pesar de que buscaron aceite de oliva en toda la ciudad, no pudieron encontrar más que una pequeña jarra de aceite, en cantidad suficiente para encender el candelabro durante un solo día. Sin embargo, aquel aceite fue suficiente para mantenerlo encendido durante ocho.
Desde entonces, los judíos celebran cada año el levantamiento de sus antepasados contra sus opresores, la victoria sobre los enemigos y la posterior dedicación del templo, con referencia explícita al milagro del aceite. Entre las oraciones del día, recitan: "Los poderosos se han rendido ante los débiles, y pocos doblegaron a una multitud" (Masarta guiborim biad jalashim, verabím beiad meatim).
El candelabro que se usa en las casas y en las calles no es la menorá de siete brazos, sino que tiene ocho, más uno algo distinto, del que se toma la luz cada día, por lo que la "januquiá" (ese es el nombre propio de este candelabro) es de nueve brazos.
Con el tiempo la fiesta de Janucá se transformó en una fiesta de la luz, en la que se enciende una vela el primer día y cada día se agrega una vela más, mientras rezan: "Estas velas son sagradas y no nos está otorgado el privilegio de hacer uso de ellas, sino tan solo verlas para poder expresar nuestro agradecimiento a Tu Nombre, por Tus milagros y por Tu socorro" (Hanerot halalu kodesh hem, ve’ ein lanu reshut...).
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