Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 10 de marzo de 2022

Perseverancia en la oración


El evangelio que se lee hoy en misa (Mateo 7,7-12) dice: "Pidan y se les dará; busquen y encontrarán; llamen y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abrirá. ¿Quién de ustedes, cuando su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pez, le da una serpiente? Si ustedes, que son malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más el Padre celestial dará cosas buenas a aquellos que se las pidan!"

Jesús enseña que podemos solicitar a Dios lo necesario, como un niño que pide a su padre la comida. Nuestra confianza en él tiene que abarcar todos los ámbitos, también los de la alimentación y las otras necesidades básicas. 

Además, Jesús invita a pedir, buscar y llamar, con insistencia y perseverancia. El cristiano nunca puede sentirse satisfecho con lo que ya posee o conoce. Siempre tiene que estar pidiendo a Dios, buscando su rostro y su voluntad, llamando a su puerta. 

Hoy que tanto se habla del aparente silencio de Dios, esta invitación es más actual que nunca. Pedimos sin ver los frutos, buscamos en la oscuridad de la noche, llamamos a una puerta que parece cerrada. En este caso, nuestra oración tiene que ser más intrépida e insistente, conscientes de que no dejará de cumplirse lo que dice la Escritura: «Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha» (Sal 34 [33],7).

Jesús afirma que es Dios mismo el que da al que pide y abre al que llama. Literalmente, el texto dice: «Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá». El verbo «encontraréis» está en activo, lo que significa que «nosotros» terminaremos encontrando si perseveramos en la búsqueda. Pero «se os dará» y «se os abrirá» están en pasivo. Es una manera de expresión muy común en la Biblia, llamada «pasivo teológico», que indica siempre que Dios hará algo, pero a él no se le nombra por respeto al Nombre divino, que se consideraba impronunciable. Así que si pedimos y llamamos, «Dios» nos dará y nos abrirá. 

Es importante saber qué vamos a pedir y dónde vamos a llamar. El Padre conoce lo que necesitamos antes de que se lo digamos, pero es necesario que nosotros tomemos conciencia de nuestras necesidades más profundas; aquellas que nosotros no podemos satisfacer ni tampoco nuestro mundo y que se resumen en el don del «Espíritu Santo», que debe ser el objeto último de nuestra súplica.

Tomado de mi libro La alegría de Orar. El Padre nuestro explicado con palabras sencillas, editorial Monte Carmelo, Burgos 2018, ISBN: 978-84-8353-912-5, páginas 126-128. Tienen información sobre el mismo en la página de la editorial, que pueden consultar en este enlace.

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