En el presbiterio de la basílica vaticana, hay un impresionante "altar de la cátedra", realizado por Bernini en el siglo XVII.
Representa a los cuatro grandes Padres de la Iglesia. Dos orientales: san Atanasio y san Juan Crisóstomo y dos occidentales: san Agustín y san Ambrosio, que están sujetando una gran silla.
Detrás hay una vidriera, en cuyo centro se representa al Espíritu Santo. A su alrededor se extienden numerosos ángeles y rayos. Indica que el Espíritu Santo ilumina al papa cuando enseña en nombre de Cristo. Antiguamente, sobre esa vidriera se colocaban los retratos de los santos en el día de su canonización.
Dentro del sillón de bronce se conserva una silla de madera decorada con relieves de marfil. Antiguamente se pensaba que era la silla sobre la que se sentaba san Pedro. Hoy se sabe que es un antiguo trono del siglo IX (aunque algunos estudiosos piensan que las placas de marfil son de época imperial, posteriormente reutilizadas).
Esta es la silla que se conserva dentro del altar de la cátedra, muy deteriorada por el paso de los siglos.
Esta es la reconstrucción de la silla que se conserva en el museo de la sacristía de la basílica vaticana.
Sobre la silla de bronce se representan la tiara y las llaves, que tradicionalmente han representado el poder pontificio. En el respaldo de la misma se encuentra un relieve de Cristo resucitado, que entrega las llaves a Pedro. Con la otra mano señala unas ovejas, mientras dice al apóstol: "apacienta a mis ovejas".
Para la fiesta de hoy, en Roma tienen la costumbre de vestir la imagen de san Pedro con suntuosos vestidos y de decorar el altar de la cátedra con numerosas velas.
Recuerdo que un año participé tal día como hoy en el rezo de vísperas. Al terminar, unos trabajadores del Vaticano se encaramaron sobre las imágenes para retirar las velas. Los hombres caminaban por encima de las cabezas de las estatuas como si fueran hormigas. Solo entonces tomé conciencia de lo enormes que son.
Viendo cómo visten a san Pedro, me acordé del famoso poema de Rafael Alberti que comienza así: "Di, Jesucristo, ¿por qué me besan tanto los pies?". Pueden leerlo en esta entrada:
- Poesía a la escultura de san Pedro del Vaticano.
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