Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

viernes, 21 de junio de 2024

Oración del buen humor de santo Tomás Moro


El 22 de junio se celebra la fiesta de santo Tomás Moro (Thomas More, 1478-1535), que fue poeta, escritor, traductor (del griego, latín, italiano y francés), teólogo, abogado, juez, parlamentario, embajador... además de canciller del rey Enrique VIII de Inglaterra, quien lo asesinó por oponerse a su divorcio y por no aceptar su autoproclamación como cabeza de la Iglesia de Inglaterra, rompiendo la unidad católica.

En el juicio en el que se le condenó a muerte, se le ofreció el perdón si se retractaba, pero él dijo: «Tengo que obedecer a lo que mi conciencia me manda y pensar en la salvación de mi alma. Eso es mucho más importante que todo lo que el mundo me puede ofrecer. No acepto esos errores del rey».

Era conocido por su gran sentido del humor, que conservó hasta el final. De hecho, mientras subía al cadalso pidió al verdugo: «Le ruego, señor, que me ayude a subir, porque para bajar, ya sabré valérmelas por mí mismo». Cuando iban a cortarle la cabeza añadió: «Mi barba ha crecido en la cárcel, por lo que no ha sido desobediente al rey; así que no hay por qué cortarla. Permítame que la aparte». Finalmente, antes de morir, poniéndose serio, pronunció sus últimas palabras: «Muero siendo el buen servidor del rey, pero de Dios primero».

Les recuerdo su oración más famosa, que él compuso mientras estaba en la cárcel, esperando su ejecución:

Concédeme, Señor, una buena digestión,
y también algo que digerir.

Concédeme la salud del cuerpo,
con el buen humor necesario para mantenerla.

Dame, Señor, un alma santa,
que sepa aprovechar lo que es bueno y puro,
para que no se asuste ante el pecado,
sino que encuentre el modo
de poner las cosas de nuevo en orden.

Concédeme un alma que no conozca el aburrimiento,
las murmuraciones, los suspiros y los lamentos
y no permitas que sufra excesivamente
por ese ser tan dominante que se llama: YO.

Dame, Señor, el sentido del humor.
Concédeme la gracia de comprender las bromas,
para que conozca en la vida un poco de alegría
y pueda comunicársela a los demás. Amén.

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