Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

jueves, 20 de febrero de 2014

Los chismes matan


El papa Francisco volvió a recordar el domingo pasado, tanto en el rezo del ángelus al mediodía como en la visita que hizo por la tarde a la parroquia de Santo Tomás que "el que habla mal de su hermano lo está matando en su corazón".

Este es un tema que ya ha tratado en muchas ocasiones y sobre el que vuelve periódicamente es sus homilías, discursos y catequesis. Siempre recuerda que el vicio de contar chismes tiene terribles repercusiones sobre aquellos de los que hablamos y sobre las mismas personas que hablan.

En algunas ocasiones ha dicho que "al principio puede parecer divertido, pero después de contar chismes se nos llena el corazón de amargura y nos envenena a nosotros mismos".

Hablando de la traición de Judas, dijo en cierta ocasión que cuando el hablar se convierte en habladuría o murmuración, «eso es una venta y la persona que está en el centro de nuestra murmuración se convierte en una mercancía». 

Deberíamos pensar que cada vez que nos comportamos así, «hacemos la misma cosa que hizo Judas», que cuando fue a los jefes de los sacerdotes para vender a Jesús, tenía el corazón cerrado, no tenía comprensión, no tenía amor, no tenía amistad.

Hablando de las enseñanzas de Jesús, afirmó en otra ocasión que "cada vez que nosotros juzgamos a nuestros hermanos, somos cristianos homicidas. Un cristiano homicida… no lo digo yo, ¿eh? Lo dice el Señor. Y sobre este punto no hay medias tintas. Si tú hablas mal del hermano, lo matas. Y cada vez que lo hacemos, imitamos el gesto de Caín, el primer homicida de la historia”.

En varias ocasiones ha dicho que "No hay murmuración inocente”. Comentando un texto del apóstol Santiago dijo que la lengua es para alabar a Dios, “pero cuando la lengua la usamos para hablar mal del hermano o de la hermana, la usamos para matar a Dios, la imagen de Dios en el hermano”.

Y comentando otro texto de san Juan dijo: “El apóstol nos dice esto: quien en su corazón odia a su hermano es un homicida” y añadió: “Nosotros estamos acostumbrados a los chismes, a las habladurías” y muchas veces transformamos a nuestras comunidades y también a nuestra familia en un “infierno” en donde se manifiesta esta forma de criminalidad que lleva a “asesinar al hermano y a la hermana con la lengua”.

Hagamos el propósito de no chismorrear, de no hablar mal de los hermanos. Si no podemos decir nada bueno de alguien, es mejor hablar de otra cosa. Dios nos ha dado la lengua para bendecir, no la usemos para el mal.

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