Nos encontramos con más de 70 personas que componen el cuerpo de maestros, profesores, asistentes administrativos y hermanas Carmelitas que atienden, asisten, enseñan y capacitan a más de 625 niños y jóvenes entre las edades de 3 a 18 años.
El Padre Eduardo inicia la jornada de este día instándonos a Ana, María, Beatriz, Fina, Wendy y Gladys a presentarnos a la asamblea (Irma tuvo que quedarse en la capital con otros trabajos, por lo que no pudo acompañarnos). Luego cantamos himnos de alabanza unidas a todos los participantes como preparación para la Sagrada Eucaristía. Posteriormente, el Padre Eduardo procedió con una charla sobre la vida de Cristo y las celebraciones católicas a lo largo del año litúrgico.
Después de rezar el ángelus, acompañándolo con cantos, a eso del mediodía nos dirigimos a la casa de las hermanas para almorzar y compartir un rato de esparcimiento antes de continuar el Padre Eduardo con el resto de las charlas, en las que habló sobre el Monte Carmelo, el origen y la historia de los carmelitas y sobre la vida de santa Teresa, santa Teresita del Niño Jesús y San Juan de la Cruz.
Ha sido muy hermoso compartir con estas hermanas este día. Nos han tratado con todo el cariño y amabilidad con que saben tratar todas las hermanas carmelitas, haciéndonos sentir como en casa. También nos han mostrado, parte de las dependencias, entre ellas una casita que tienen para acoger a quien quiera llegarse a colaborar con ellas.
Por la noche, ya de vuelta a la capital, al comentar entre nosotras la experiencia, todas coincidíamos en que nos sentimos muy felices, aunque un poco avergonzadas por lo mucho que nos quejamos por todo, cuando hemos podido ver una zona tan pobre, donde los niños jugaban bajo la lluvia y eran felices en su sencillez. Pedimos a Dios que esta experiencia nos sirva para darnos cuenta de lo privilegiadas que somos, y cuánto tenemos que agradecer al Señor todos los días.
Vinimos para ayudar a estos hermanos y hermanas, ¡y cuánto nos han enseñado! Algunas cosas las habíamos visto en revistas, pero no al vivo. ¡Qué hermoso es encontrar a la gente sencilla y compartir con ella la fe y la esperanza! Nosotros queremos enseñarles a ser buenos cristianos y ellos en sus vidas nos muestran el rostro de Cristo. Gracias, Señor, que sales a nuestro encuentro en los hermanos.
Nada más llegar al lugar de encuentro, y escuchar los cantos de las personas que nos esperaban, dentro de cada una de nosotras brotaban una explosión de sensaciones y emociones casi incontrolables. ¡Dios nos estaba esperando! Y nos hablaba en la suavidad del paisaje, en la proximidad de mis hermanos: palabras, gestos, sonrisas, cantos… ¡Querríamos abrazas a todos!
Una de nosotras no se cansa de repetir que en ningún lugar ha encontrado tanta riqueza como en el corazón de estas hermanas carmelitas que se “desgastan” cada día para que cientos de niños (y adultos) vivan, coman, aprendan, crezcan y se encuentren con Dios.
Para aquellas personas que leen poco el Evangelio, les invitamos a hacer una visita a estas hermanas y comprobarán lo que significa ser EVANGELIO VIVIENTE. Allí se aprende más que en muchos libros y clases y horas de reflexión.
Dios las guarde, hermanas, y ¡gracias por existir! Personas como ustedes nos reconcilian con la humanidad.
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