Algunas personas me han preguntado por qué en la mayoría de las iglesias carmelitanas hay una imagen del Niño Jesús de Praga y cuál es su relación con la Orden. Les presento un artículo escrito por el padre Manuel Diego, de la comunidad de Alba de Tormes, en el que habla de esta advocación de Cristo.
Una devoción que surge en Centroeuropa
Allí se encuentra, en la nave central a la derecha, el altar barroco que en su hornacina central muestra la antigua y milagrosa imagen del Niño Jesús de Praga, una devoción difundida y conocida en todo el mundo gracias a los carmelitas descalzos y que tiene su origen en esta efigie de Jesucristo niño vestido como rey y emperador.
Praga que fue capital del reina de Bohemia, luego de la república de Checolosvaquia para terminar siendo la capital actual de la República Checa, desde el siglo XVII tiene una historia muy ligada a esta efigie de Cristo niño.
Muchos turistas acuden también a esta iglesia, incluso aquellos que no comparten la fe cristiana, para contemplar esta imagen de cera y de vestir (es imponente el ajuar y vestuario imperial que se conserva en el museo adyacente), y que recientemente ha sido devuelta a los Carmelitas Descalzos después de la etapa comunista (1993); por eso hoy está atendida por frailes carmelitas italianos y algunos checos que han adherido a la vida carmelitana.
Lo más curioso es que esta antigua y famosa imagen es de origen español y tiene detrás una historia que la vincula a nuestro país.
De España a Praga
En las crónicas de la comunidad se dice que la Princesa entregó la imagen del Niño Jesús al prior del convento con estas palabras: “Padre, os doy lo que más amo en este mundo. Honrad mucho a este Niño Jesús y nada os faltará”.
No obstante de inmediato no estuvo colocada en lugar público, sino en el oratorio de la comunidad y uno de los frailes, el Padre Cirilo de la Madre de Dios (1590-1675) se convertiría en su apóstol y trató de buscar un sitio más digno y donde pudiera recibir la veneración de todos los fieles, cosa que no ocurrió hasta el Adviento del 1639.
A este religioso se le atribuye una famosa oración al Niño Jesús que todavía se usa, como también el haber escuchado estas palabras misteriosas: “Cuanto más me honréis, más os favoreceré”.
Por eso, fue decisivo el hecho de colocar la estatua en la iglesia carmelitana de Nuestra Señora de la Victoria, en donde todavía se le rinde culto hoy en un altar lateral barroco a la derecha de la nave principal, porque esta medida fue la causa de extenderse su culto a todo el pueblo y un sucederse de milagros y favores.
También tuvo su importancia el tomar conciencia de este hecho, por parte de la Orden, a través de su superior general en la visita cumplida a Praga, determinando algunos aspectos prácticos respecto de su culto en un documento oficial (26.7.1651).
Unido siempre a los avatares políticos e históricos de Praga y de Europa
El culto y la estatua milagrosa del Niño Jesús sufrieron todos los aconteceres y hasta invasiones de la misma ciudad de Praga, alguna vez incluso hasta el deterioro de sus manos. Pero siempre estuvo allí, incluso en los años de la ocupación nazi de la ciudad y el posterior paso al bloque comunista de influjo ruso, con el agravante de que desde el año 1785 no fueron lo carmelitas quienes ya llevaban el culto de la Iglesia, sino otros sacerdotes encargados.
Pero ya la devoción se había extendido por toda Europa como algo propio del apostolado y de la devoción carmelitana, por lo que el verdadero milagro fue el haberse universalizado muy pronto esta devoción hacia la infancia de Jesucristo en esta expresión concreta que vino de Praga, una ciudad muy vinculada a la política del Imperio austro-húngaro y que, a pesar de todas las vicisitudes históricas por las que pasó, terminando en el nazismo y finalmente en manos del comunismo hasta la caída del muro de Berlín, sin embargo, la imagen del Niño Jesús, vestido y presentado con todos los atributos de rey y emperador (manto, corona, cetro y bola del mundo) ha sido siempre como un icono premonitorio del devenir histórico de Europa y del mundo, sobre todo en los siglos XIX y XX: la figura de este mundo pasa y hasta se desvanece, pero ahí queda la realidad del reinado de Cristo. Él tiene que reinar y su dominio e imperio no se extinguen, están por encima de las situaciones políticas: un reino de justicia, de amor y de paz, sobre todo en los corazones de los creyentes.
La filósofa judía, luego convertida, carmelita descalza y santa patrona de Europa, Teresa Benedicta de la Cruz (Edith Stein), poco tiempo antes de morir reflexionaba así ante la imagen del Niño Jesús de Praga de su convento de Echt en Holanda en donde se había refugiado: “Ayer, delante de una imagen del Niño Jesús de Praga, me vino la idea de que lleva la insignia imperial, y que no por casualidad ha querido manifestar su actividad en Praga. Praga ha sido, a través de los siglos, la sede de los antiguos emperadores alemanes, esto es, del Sacro Imperio Romano-germánico, y produce una impresión tan majestuosa como ninguna otra ciudad que yo conozca y que pueda compararse, incluso Paris y Viena. El Niño Jesús llegó precisamente cuando terminó el imperio político en Praga. ¿No es acaso este ‘emperador celeste’ el que debe poner fin a todas las guerras? Él tiene las riendas en la mano, aunque parezcan regirlas los hombres…” (carta, 2.2.1942).
Después de la salida del pacto de Varsovia y convertirse Praga en la capital de la República Checa (1993), ahí sigue viva la tradicional vinculación de la iglesia de Santa María de la Victoria al Niño Jesús de Praga, hoy una de las metas del turismo mundial cuando se acerca a esta ciudad llena de historia y de cultura.
Los últimos acontecimientos políticos del siglo XX han ayudado todavía más a favorecer esta devoción ya extendida por todo el mundo puesto que a tantas personas les hace recordar y reencontrarse con las raíces de una expresión cristiana que conocieron en el propio país.
Una devoción típica de la espiritualidad carmelitana
Se afianza esta devoción en Europa (Bélgica, Francia, Alemania, España y Portugal), pero no menos en América latina y USA, incluso con la dedicación específica de algún santuario en Italia (Arenzano) y Portugal.
Es como un resurgir de la mirada de toda la Iglesia hacia el Evangelio en aquellos capítulos de la infancia y de la vida de oculta de Jesús; y esto no sólo se presentaba como algo proprio y dedicado a niños y adolescentes (que también lo era), sino como un camino de evangelización y de revitalización de la vida cristiana.
El resultado es que la devoción al Niño de Jesús de Praga, por encima de otros títulos de la misma infancia de Jesús reconocidos también por la Iglesia, penetró y marcó la vida de tantos creyentes que la conocieron de niños y la conservan todavía como un distintivo de su fe y como un apoyo seguro de cercanía al Jesús Hombre que también pasó por la etapa de infancia y adolescencia hasta la edad de adulto, y por eso nos conoce mejor, está cerca de nosotros y hasta es nuestro mejor intercesor.
Un convertido inglés, F.W. Faber (1814-1863), ya había percibido la tradicional vinculación de la devoción de la infancia de Cristo con el espíritu del Carmelo, sin hablar específicamente del Niño de Praga, y así lo expresaba: “La devoción especial a la Infancia de Jesús, que ha distinguido a la Iglesia en los últimos tiempos, es una flor de la Orden de los Carmelitas y en los fértiles desiertos de esta Orden ha sido plantada por el Espíritu Santo… Los Carmelitas la han organizado y en sus manos ha tomado una forma más palpable y más explícita que la que había tenido. Así la hemos recibido de la Orden más grande de la Iglesia, de la Orden que pertenece a María por un derecho muy especial y más antiguo que ninguna otra. La devoción actual de la Santa Infancia es un don de los Carmelitas, como la devoción actual al Sagrado Corazón es don de las humildes hijas de la Visitación” (Belén, cap. 4).
La Orden del Carmen se dio cuenta muy pronto de esta devoción que, aunque originalmente naciera ligada a un convento, el de Praga, representaba muy bien lo más clásico y genuino de su espiritualidad sumida en la contemplación de la humanidad de Jesucristo, al estilo de santa Teresa.
Pero en realidad, en forma eficaz no lo reconoce así hasta comienzos del siglo XX cuando solicita directamente al Papa ciertas concesiones relativas al culto del Niño Jesús de Praga con destino a todos los conventos de la Orden: al Papa Pío X el poder constituir cofradías locales en todas las casas con todos los relativos privilegios, derechos y deberes. Y así lo concedió el Papa (30.3.1913).
Pudiéramos decir que es entonces cuando oficialmente los Carmelitas toman por mano y como algo suyo el culto al Niño Jesús de Praga que, después, otros Papas irán confirmando y ampliando en otros aspectos.
Pío XI determinó que todas las cofradías se rigiesen por estatutos parecidos y que estuviesen bajo el control y autoridad de los Carmelitas, concediendo incluso las gracias e indulgencias pertinentes a estos casos (15.1.1923).
Y lo más importante de estos dos documentos papales no es solo la aprobación eclesial de esta devoción, sino que ahora entra ya en la vida misma de la Iglesia, en todos los ámbitos de la misma (parroquias, iglesias, colegios…) y se considera como una especial advocación cristológica que se entiende mejor desde la espiritualidad carmelitana, sobre todo desde la vida y doctrina de Teresa y de Juan de la Cruz.
Otra cuestión importante fue la fecha y textos litúrgicos propios. De Praga venía la tradición de hacerla en el mes de Junio en torno a la solemnidad de la Ascensión; mientras que en una concesión específica de la Congregación de Ritos para los Carmelitas, se habla del domingo siguiente a la fiesta de la Circuncisión de Jesús (1 de enero) pudiendo usar ese día la misa votiva del Santísimo Nombre de Jesús, y así ha sido hasta el Concilio Vaticano II.
En la liturgia reformada de los Carmelitas (1973), por vez primera, se cuenta ahora con una misa votiva específica del Niño Jesús (lecturas bíblicas y oraciones propias) que está pensada precisamente para satisfacer la tradicional devoción praguense. Podemos decir que tarde, pero que con buen fundamento y perspectiva, se abre de esta manera la etapa más gloriosa de la historia de la devoción al Niño Jesús de Praga.
Ha sido últimamente el Papa Benedicto XVI, quien visitando el santuario carmelitano de Praga (26.9.2009), confirmó la importancia de esta mirada específica hacia la Infancia de Jesús, y allí tuvo un breve discurso sobre ello y hasta pronunció una oración ante el altar del Niño Jesús de Praga.
Éxito de la devoción praguense en Europa, España y América
Y esto ocurre incluso a nivel interno de vida conventual, ya que se cultiva entre los mismos religiosos esta devoción. Se le dedican los colegios teresianos o seminarios menores, los noviciados, los colegios de filosofía y teología… Es decir, desde dentro se promueve este acercamiento a la humanidad de Cristo niño en los lugares principales de la educación e iniciación a la vida carmelitana.
Era, por eso, muy señalada, la fiesta del Niño Jesús de Praga en torno a la Navidad como la ocasión propia y más solemne de los lugares de formación. Esto se ha conocido y practicado así hasta los años mismos del posconcilio (c. 1968) en que fueron decayendo y se abandonaron estas tradiciones litúrgicas y religiosas, en parte también por la desaparición de estas casas de formación debido a la falta de vocaciones juveniles al Carmelo.
Pero en las iglesias carmelitanas, junto a la Virgen del Carmen, san José, santa Teresa y san Juan de la Cruz, está también el altar del Niño Jesús de Praga y surgen y prosperan también las florecientes cofradías que, en torno a si y para sus necesidades festivas, dan trabajo a los músicos y al arte imaginero.
Por eso, surgen en España, los himnos y motetes musicales dedicados al Niño Jesús de Praga. Y abunda la imaginería religiosa para satisfacer la piedad popular; en España, descuella en la imaginería del Niño de Praga las tallas del escultor Francisco y Ricardo Font (padre, 1848-1931, e hijo, 1893-1982), del que quedaron buenas muestras en los conventos de Valladolid, Medina del Campo, Salamanca y Segovia, imitadas por el mal gusto de las imágenes en serie de escayola y cartón piedra de Olot.
No digamos la abundancia de libros de devoción, una bibliografía infinita, hasta llegarse incluso a publicar por un fraile carmelita devoto, que había estudiado de joven en Centro Europa, una historia documentada de esta devoción. Nos referimos a Alberto de la V. del Carmen (Rodríguez Cuesta), “Historia del Milagroso Niño Jesús de Praga”, Madrid, Editorial de Espiritualidad, 1960, 323 páginas, en la que repasa su historia recurriendo a fuentes hasta entonces inéditas para la parte más antigua; y hasta repasando en forma sintética la presencia de esta devoción en Europa, España y América. El apoyo histórico que tiene este libro es muy serio y amplio.
Pero en España existió además toda una propaganda bien organizada a través de la revista “Monte Carmelo“ (1900- ) y de la específica publicación “Ecos del Carmelo y Praga” (1918-1968), ambas publicadas en Burgos y que son una fuente de noticias respecto a fiestas y al progreso de la devoción praguense en España y América latina. Estas publicaciones periódicas mantuvieron viva la llama durante mucho tiempo.
En España hay que destacar la actividad de algunos frailes que se destacaron en la propagación y difusión de esta devoción mediante la constitución de cofradías y la publicación de libros devotos de carácter popular.
Podemos citar en el Levante a los famosos predicadores Ludovico de los SS. Corazones (1867-1920) y Salvador de la Madre de Dios (1859-1949); por el País Vasco el P. Teodoro de san José (1861-1919) y Gil del S. Corazón (1890-1965); por Castilla los PP. Buenaventura de la Asunción (1845-1913), Rodrigo de la V. del Carmen (1879-1949), Ildefonso de la R. de los Ángeles (1860-1946), Gabriel de Jesús (1862-1949) y hasta el P. Raimundo Barrado (1910-1992) que siempre se distinguió allí por donde pasó (Medina del Campo, León, Salamanca, Palencia, Alba…) por cuidar la cofradía praguense. Un carmelita cubano que luego fue el primer obispo de Matanzas, el P. Aurelio de la V. del Carmen (1861-1920), que estudió Teología, profesó y se ordenó sacerdote en Alba de Tormes, fue propagador de esta devoción en Cuba que seguramente había recibido y aprendido en España; pero en la misma isla se distinguió también el P. Elías de la S. Familia (1879-1942), muy ligado al convento de Camagüey.
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