viernes, 27 de enero de 2017
Domingo, día del Señor
El «día del Señor». Cuando los profetas hablan del «día del Señor», se refieren a los tiempos últimos, al juicio de Dios, al castigo de los pecadores y a la salvación de los que se mantienen fieles a la Alianza: «El día del Señor se acerca […]. Viene implacable el día del Señor […]. Pediré cuentas a los malvados de su maldad, acabaré con la insolencia de los orgullosos […]. El Señor se apiadará de Jacob, escogerá de nuevo a Israel […]. Ese día, el Señor te concederá descanso de tus sufrimientos» (Is 13,6-14,3) .
Jesucristo trató el tema en su sermón escatológico (Mt 24-25) y habló también con el mismo sentido del «día del hijo del Hombre» (Lc 17,22-30) y de «mi día» (Jn 8,56). En ese contexto, invita a la vigilancia, a estar preparados para acogerle y recibir de sus manos el reino preparado desde antes de la creación del mundo para los que permanecen fieles (cf. Mt 25,34).
San Pablo conservó el término «día del Señor» (1Tes 5,2; 2Tes 2,2) con el mismo significado, aunque también usa «día de nuestro Señor Jesús» (1Cor 5,5; 2Cor 1,14) y «día de Jesucristo» (Flp 1,6.10). Él está seguro de que, con la encarnación, muerte y glorificación de Jesús, ya hemos entrado en la «plenitud de los tiempos» (Gál 4,4) o «fin de los siglos» (1Cor 10,11), que es lo mismo. Es decir, que «el día del Señor» ya ha comenzado, aunque solo se manifestará en plenitud en el día final.
Los primeros cristianos sentían tan real la presencia de Cristo, que deseaban adelantar ese día último y suplicaban con insistencia: «Ven, Señor». Especialmente, en la eucaristía dominical vivían un anticipo del futuro «día del Señor».
Por eso, terminaron por cambiar el nombre del primer día de la semana, que pasó a llamarse «día del Señor» en fechas muy tempranas, como podemos comprobar en el Apocalipsis (1,10).
Con estos presupuestos, podemos comprender los numerosos textos patrísticos que cantan la grandeza de este día, memorial de la salvación ya conseguida y pregustación de la vida eterna:
«Cuando meditamos, [oh Cristo], las maravillas que fueron realizadas en este día del domingo de tu santa y gloriosa resurrección, decimos: Bendito es el día del domingo, porque en él tuvo comienzo la Creación [...], la salvación del mundo [...], la renovación del género humano [...]. En él el cielo y la tierra se regocijaron y el universo entero quedó lleno de luz. Bendito es el día del domingo, porque en él fueron abiertas las puertas del paraíso para que Adán y todos los desterrados entren en él sin temor».
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