Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

miércoles, 11 de marzo de 2015

Nueva provincia religiosa de los carmelitas descalzos en España


Como muchos de ustedes ya saben, los carmelitas descalzos hemos estrenado hace poco una nueva división territorial en España: la Provincia Ibérica de Santa Teresa de Jesús, que es el fruto de la unión de los territorios que hasta hace poco formaban parte de cinco provincias religiosas distintas. (En la foto pueden ver al nuevo provincial).


La nueva provincia se extiende por todo el territorio nacional, excepto Navarra y el País Vasco, que continúan formando la Provincia de San Joaquín.

En estos momentos, la nueva provincia cuenta con unos 300 religiosos presentes en los conventos carmelitanos de la península y las islas, así como en América (los del vicariato de Bolivia, Uruguay y Paraguay) y África (los de la delegación provincial de Burkina Faso, Togo y Costa de Marfil).

Los motivos que nos han llevado a esta reorganización son variados. 


En primer lugar, está la facilidad de comunicaciones que nos ofrece la sociedad contemporánea. En siglos pasados, era difícil viajar desde un convento de Andalucía a otro de Cataluña, por lo que los de cada zona se tenían que organizar como una unidad independiente para favorecer el trabajo y la comunicación. Hoy la movilidad social es mucho más común, ya que es bastante sencillo desplazarse para tener reuniones, programar y realizar actividades juntos.

En segundo lugar se encuentran los enormes cambios socio religiosos que vive nuestra sociedad, que han causado una gran disminución de las vocaciones sacerdotales y religiosas en Occidente, por lo que tenemos que repensar nuestras presencias y simplificar nuestras estructuras. Ya no podemos seguir teniendo varios noviciados y casas de formación en un mismo país. Y lo mismo se puede decir de las editoriales y casas de gobierno interno.

Igual que sucede en muchos territorios de la vieja Europa, que se cierran escuelas y se abren asilos de ancianos, los institutos religiosos y las diócesis también tenemos que adaptarnos a esta situación y repensar nuestras presencias y actividades a medida que disminuyen nuestras fuerzas. Y esto sin amargura, con espíritu de fe, sabiendo en manos de quién hemos puesto nuestra esperanza.

Los religiosos hemos entregado sin condiciones nuestra vida a Cristo. 

La mayoría de los que componemos esta nueva provincia hemos pasado temporadas más o menos largas en países de misión, anunciando el evangelio, educando a niños y jóvenes, sirviendo a los más necesitados. 

Somos felices porque hemos podido colaborar con el Señor como trabajadores de su viña. Y seguiremos haciéndolo en las distintas tareas que nos encomiende la obediencia, cada uno según sus fuerzas y capacidades.

Si miramos hacia atrás, damos gracias a Dios por los buenos ejemplos que nos dejaron nuestros mayores, por su entrega generosa hasta el final. 

Pedimos al Señor de la Vida que los tenga en su Reino, gozando de su compañía.

Si miramos al momento presente, se mezclan en nosotros sentimientos de gozo y de temor. 

El gozo proviene de nuestra relación personal con Dios, que nunca se cansa de bendecirnos y sigue llamándonos para que seamos sus colaboradores en la misión que él mismo nos ha encomendado. 

El temor surge de los nuevos retos que se nos presentan y para los que muchas veces no encontramos las respuestas adecuadas.

Si miramos al futuro, brota en nuestros corazones la esperanza, porque sabemos que Dios puede sacar bienes incluso de los males y que el Carmelo y la Iglesia están en sus manos. 

Sabemos que él es el único salvador de los hombres. Nosotros somos simples siervos, colaboradores suyos, que buscamos servirle con corazón sincero. 

Estamos dispuestos a seguir entregando nuestras vidas en su servicio aunque no comprendamos muchas cosas presentes y el futuro no sea como nosotros lo habíamos imaginado. 

Venga lo que viniere, seguiremos diciendo: “Vuestra soy, para vos nací, ¿qué mandáis hacer de mí?”

Este artículo se ha publicado en el último número de la revista El Carmelo, que pueden consultar entero aquí.

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