Reflexiones diarias sobre argumentos de espiritualidad y vida carmelitana, con incursiones en el mundo del arte y de la cultura

martes, 25 de diciembre de 2018

La Palabra se hizo carne (1)


El prólogo del evangelio de san Juan supone el culmen de la reflexión bíblica sobre los orígenes de Jesús y su preexistencia. 

La filosofía helenística afirmaba que Dios ha creado todo a través de su logos y, por medio suyo, se manifiesta y entra en contacto con el hombre. Normalmente se traduce el término griego logos por «palabra», pero también significa la «razón», el «sentido» de las cosas. 

El universo no es fruto del azar. En él nada se mueve por casualidad. Tiene un sentido, una razón, una lógica interna. Por eso podemos comprender sus leyes, si lo observamos con atención. Esa lógica, ese sentido último de la entera obra de la creación es su logos.

San Juan afirma que el logos de Dios es eterno, presente junto a Dios desde antes del tiempo y que todo ha sido creado por medio suyo. Cuando Dios quiere salir de sí mismo, para crear o comunicarse, lo hace a través del logos

Las comunicaciones de Dios a los hombres no son acontecimientos aislados, sino que corresponden a un proyecto orgánico de ir revelándose progresivamente, hasta que lo haga de una manera plena en el momento oportuno. 

San Justino decía que Dios se manifestó en la historia de Israel y en la de los otros pueblos, a través de «semillas de la verdad» (logoi spermatikoi), que iban preparando su revelación definitiva. 

Lo verdaderamente sorprendente es que san Juan afirma que, al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió su logos hecho carne al mundo (Jn 1,14).

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