El refectorio está presidido por una gran cruz, a cuyos lados tradicionalmente se colocaban dos carteles que decían: «Ad mensam sicut ad crucem», el uno, y «Ad crucem sicut ad mensam», el otro. Es decir, que hay que ir «a la mesa como a la Cruz» (con moderación y recogimiento) y «a la Cruz como a la mesa» (con alegría).
Ordinariamente las comidas se toman en silencio, mientras una religiosa lee textos de la Sagrada Escritura o de autores espirituales, para que se alimenten al mismo tiempo el cuerpo y el alma.
Antiguamente era común que una calavera presidiera la mesa principal, como recuerdo de la fugacidad de la vida, el tradicional memento mori.
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