martes, 30 de junio de 2020

Dios es engrandecedor y siervo del hombre


Preguntemos al místico san Juan de la Cruz: ¿CÓMO ES TU DIOS? Veamos sus respuestas:

1. DIOS ES EL "BUSCADOR APASIONADO" DEL HOMBRE. Lo primero que nos va a responder fray Juan es algo muy sencillo, pero de una enorme trascendencia: Dios es quien busca al hombre, no al revés, como estamos siempre tentados de pensar. Su formulación es clara y concisa, contundente: 

"Cuanto a lo primero, es de saber que, si el alma busca a Dios, mucho más la busca su Amado a ella" (LB 3,28). 

Es un principio básico, fundamental, que sustenta todas las relaciones entre el hombre y Dios. Si el hombre llega, a su vez, a convertirse en un buscador apasionado de Dios, será precisamente porque previamente es un buscado por Dios.

2. DIOS ES EL "ENGRADECEDOR" DEL HOMBRE. Después de haber obtenido de Juan de la Cruz el primer dato (Dios, buscador del hombre), podemos preguntarle al respecto: ¿Para qué busca Dios al hombre?, ¿qué desea o pretende Dios frente al ser humano?

También aquí la respuesta de fray Juan es clara y precisa: No busca ni pretende nada para sí. Nada quiere ni necesita Dios del hombre. Por el contrario, en una dinámica de absoluta gratuidad, Dios solo actúa movido por el bien del hombre mismo. Y aquí utiliza el Santo un verbo muy querido por él: "Engrandecer". Dios busca al hombre, única y exclusivamente, para engrandecerlo:

"Pero porque dijimos que Dios no se sirve de otra cosa sino de amor,... será bueno decir aquí la razón: y es porque todas nuestras obras y todos nuestros trabajos, aunque sea lo más que pueda ser, no son nada delante de Dios; porque en ellas no le podemos dar nada ni cumplir su deseo, el cual solo es de engrandecer al alma. Para sí nada de esto desea, pues no lo ha menester, y así, si de algo se sirve, es de que el alma se engrandezca; y como no hay otra cosa en que más la pueda engrandecer que igualándola consigo, por eso solamente se sirve de que le ame; porque la propiedad del amor es igualar al que ama con la cosa amada" (CB 28,1)

Dios, pues, solo busca el amor del hombre. Y no por lo que este amor pueda aportar a Dios, sino única y exclusivamente por lo que el amor teologal reporta al hombre: la igualdad con Dios, en la que el hombre alcanza su máxima grandeza. Y engrandecer al hombre es, precisamente, la única aspiración y deseo de Dios.

El Dios de Juan de la Cruz no goza con la sumisión del hombre, en inferioridad frente a él. Por el contrario, es un Dios que busca el crecimiento del hombre, que potencia al hombre hasta su mayor estatura, su máxima posibilidad: llegar a ser igual a Dios por medio del amor. Más adelante, en la 'Llama de amor viva', afirmará:

"Porque en estas comunicaciones, como el fin de Dios es engrandecer al alma, no la fatiga y aprieta, sino ensánchala y deléitala; no la oscurece ni enceniza como el fuego hace al carbón, sino clarifícala y enriquécela, que por eso le dice ella cauterio suave" (LB 2,3)

3. DIOS, "SIERVO Y ESCLAVO" DEL HOMBRE. Aún podemos seguir preguntando a Juan de la Cruz acerca de Dios: ¿Qué hace Dios para engrandecer al hombre? Y la respuesta del Santo, una vez más, resonará firme y clara: se hace, él mismo, pequeño frente al hombre.

4. UN DIOS QUE ES AUTODONACIÓN GRATUITA. Ya nos ha dicho Juan de la Cruz cosas muy importante acerca de lo que le preguntábamos. Pero aún podemos ir más allá en nuestro diálogo con él, y preguntarle cuál sería, en definitiva el rasgo personal dominante de ese Dios, el que lo caracterizaría radicalmente.

Ciertamente, es un texto de una gran audacia teológica en Dios esta confesión, que define a Dios plenamente como pura voluntad de autodonación al hombre: 

"Yo soy tuyo y para ti, y gusto de ser tal cual por ser tuyo y para darme a ti" (LB 3,6),  

Equivaldría a decir: No gustaría de ser Dios si no fuera para ser tuyo y para darme a ti. Como si la autoconciencia divina estuviera toda ella orientada radicalmente hacia el ser humano en una tensión plena de autodonación gratuita al hombre.

Juan de la Cruz ha expresado esta misma dimensión de Dios bajo otra imagen muy querida para él: la fuente. ¿Cómo no evocar aquí su famoso poema "Que bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche"? ¿O esa otra célebre afirmación: "Dios es como la fuente, de la cual cada uno coge como lleva el vaso" (S 2,21,2)?

CONCLUSIÓN:

Dios, más que el objeto buscado por el hombre, es el sujeto buscador del hombre. Más que el Señor, ante el cual el hombre se siente siervo o esclavo, pasa a ser el esclavo y el siervo del hombre. De ser aquel que somete ante sí al hombre para afirmar su propia grandeza, se convierte en el engradecedor del hombre. Más que ser el infinito que exige total sumisión y rendimiento, total entrega, se manifiesta como plena autodonación amorosa y gratuita de sí mismo al hombre. El místico, desde su experiencia profunda de Dios, nos presenta un universo religioso "del revés" con respecto a los parámetros convencionales de no pocas concepciones religiosas en uso.

Este es el Dios en el que creo. Un Dios que me ama incondicionalmente y que desea ser amado desde mi pobre vida porque de él recibo gracia tras gracia y espera que yo sea indigno portador de su amor para con los demás.

Texto escrito por José Moreno Ruiz a partir de unos apuntes de una conferencia de Alfonso Baldeón Santiago. Lo he tomado de aquí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario