sábado, 21 de marzo de 2020

Material para el domingo 4 de Cuaresma (ciclo "a")


El cuarto domingo de Cuaresma del ciclo "a" (el que toca este año) se lee el evangelio del ciego de nacimiento, tal como se hacía en la Iglesia primitiva, cuando los candidatos al bautismo se preparaban para recibirlo en la noche de Pascua.

El primer domingo de Cuaresma hemos hablado de las tentaciones de Cristo, el segundo de su transfiguración, el tercero de la samaritana y hoy del ciego de nacimiento. El domingo pasado la samaritana nos recordaba que todos estamos sedientos de felicidad, aunque a veces la buscamos en lugares equivocados. Hoy el ciego de nacimiento nos dice que somos incapaces de encontrarla si Cristo no nos ilumina. El ciego es imagen del hombre que desea ver, pero alcanzarlo no está en sus manos.

El ciego de nacimiento. Los discípulos preguntan a Jesús si la enfermedad del ciego estaba causada por algún pecado personal o por los pecados de sus padres. Sus contemporáneos pensaban que Dios premiaba a los buenos con salud y riqueza y castigaba a los malos con pobreza y enfermedades, por lo que dan por descontado que su ceguera es consecuencia de un pecado suyo o de sus padres. Pero Jesús rechaza ese prejuicio.

La curación del ciego BartimeoBartimeo era invidente pero veía con el corazón más que los que acompañaban a Jesús. Oyó hablar de Jesús, comprendió que era su oportunidad y le pidió a gritos que tuviera compasión de él. La gente le decía que se callara, pero siguió insistiendo hasta que Jesús le oyó. Él ya tenía fe y esperanza en Jesús, que le dice: «Tu fe te ha salvado».

- La fe que salva. Debemos recordar que todos somos ciegos, como Bartimeo, que necesitamos la luz que solo Jesús puede darnos, que debemos levantarnos de nuestra postración (aunque el ambiente no nos ayude e incluso se oponga), que tenemos que seguir a Jesús con alegría, aunque sea de camino hacia Jerusalén, hacia la cruz. ¡Creo, Señor, pero aumenta mi fe!

- Ilumínanos, Señor, con tu luz. Resumen ordenado de las entradas anteriores. Nos encontramos con un fuerte contraste: por un lado, el ciego se abre progresivamente a la luz del sol y a la luz de la fe; por otro, los que pueden ver se cierran a la luz de Cristo y entran en una oscuridad cada vez mayor. Esto indica que hay que hacer opciones ante Jesús: «El que no está conmigo, está contra mí, y el que no recoge conmigo, desparrama» (Lc 11,23). Este es el juicio del mundo, en el que cada uno se salva o condena por su actitud ante Cristo. Él es la luz, quien no lo acepta permanece en la oscuridad. Dios no puede mostrarnos un amor mayor que dándonos a Cristo. Quien lo rechaza, porque detesta la luz, se condena a sí mismo.

Oraciones para el domingo IV de Cuaresma. Jesucristo, por el misterio de la encarnación, llevó hasta la luz de la fe a los que caminaban en las tinieblas, e hizo renacer a los que habían nacido en la esclavitud del pecado convirtiéndolos en hijos adoptivos por el bautismo...

La curación del ciego en el arte contemporáneo. 9 cuadros y 1 relieve que presentan la curación del ciego de nacimiento.

Hoy es también el domingo de "Laetare", del que he hablado aquí:

Domingo de Laetare (y segundo escrutinio de los catecúmenos). «Padre, que concediste al ciego de nacimiento que creyera en tu Hijo; y que por esta fe alcanzara la luz de tu reino: haz que tus elegidos, aquí presentes, se vean libres de los engaños que les ciegan y concédeles que, firmemente arraigados en la verdad, se transformen en hijos de la luz». 

El domingo de Laetare y la rosa de oro. Desde el s. XI, el papa ungía con crisma una rosa de oro en la misa de hoy, con un complicado ceremonial. Después, el domingo de «Gaudete» se la ofrecía a aquellos príncipes que se habían destacado en la defensa de la fe. Se conservan varias de gran valor artístico e histórico en algunos museos.

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