martes, 3 de septiembre de 2024

La religión verdadera. Domingo 22 del tiempo ordinario, ciclo b


Un contacto mío de Facebook comentaba el domingo pasado sus conversaciones con otro amigo suyo. Hablaban sobre los cambios en la Iglesia y uno de ellos afirmaba que "los curas cambian las cosas a su conveniencia". ¿Es esto cierto?, ¿qué puede cambiar y qué tiene que permanecer inmutable en nuestra religión?

Precisamente de eso hablaba la liturgia propia del pasado domingo (el 22 del tiempo ordinario, "ciclo b"): de los valores inmutables de nuestra religión, que nunca deben ser olvidados, y de las tradiciones de los hombres, que evolucionan continuamente.

Hoy no nos vestimos, alimentamos, viajamos ni divertimos como hace cincuenta años. Eso no es bueno ni malo, es una realidad que no podemos discutir.

Es verdad que algunos cambios son tan radicales que nos cuesta asimilarlos, especialmente a los que ya vamos teniendo cierta edad, pero no debemos quedarnos atrapados en unos tiempos que ya han pasado.

Jesús afirmó: "Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo" (Mt 28,20) y nosotros sabemos que "pasarán el cielo y la tierra, pero sus palabras no pasarán" (Mt 24,35), por lo que el reto de los cristianos es descubrir la presencia amorosa del Señor "aquí y ahora".

Decía santa Teresa de Jesús que "estáse ardiendo el mundo, quieren tornar a sentenciar a Cristo y ponen su Iglesia por los suelos... ¿y hemos de gastar tiempo en cosas secundarias? No es tiempo de tratar negocios de poca importancia" (cf. Camino de perfección 1,5).

Me duele mucho ver el tiempo que se pierde en la Iglesia sobre cuestiones totalmente secundarias, olvidando muchas veces lo único urgente, que es amar y anunciar a Jesucristo y su evangelio.

Volviendo a la liturgia del domingo pasado. La primera lectura (tomada del libro del Deuteronomio 4,1-8) y el evangelio (tomado del capítulo 7 de san Marcos) nos invitaban a no confundir los mandamientos de la ley de Dios (siempre actuales) con las tradiciones de los hombres (que pueden y deben cambiar a lo largo del tiempo). 

Conocemos de sobra cuáles son los diez mandamientos: "Amarás a Dios sobre todas las cosas; No tomarás el nombre de Dios en vano; Santificarás las fiestas; Honrarás a tu padre y a tu madre..."

El catecismo, citando el evangelio de san Mateo (Mt 22;37-40) añade: "Estos diez mandamientos se encierran en dos; amarás a Dios sobre todas las cosas y al prójimo como a ti mismo".

Estos permanecen como las enseñanzas de la Biblia para quienes quieren ser verdaderos creyentes. Igual que sucede con los contenidos del credo: "Creo en Dios Padre todopoderoso, creador del cielo y de la tierra..."

Por su parte, la segunda lectura resumía los diez mandamientos en una frase: "La religión pura e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: visitar huérfanos y viudas en sus tribulaciones".

Los huérfanos, las viudas y los emigrantes son siempre en la Biblia el grupo de los más desfavorecidos. Ayudarles en la medida de nuestra posibilidad, tener compasión del hermano que sufre, compartir nuestras cosas y nuestro tiempo con los demás... esos son los mandamientos de la ley de Dios, lo primero que tenemos que cumplir, la religión verdadera. Todo lo demás es secundario.

Otras cosas, como la manera de vestir los sacerdotes, la música que se usa en la liturgia, la organización de la Iglesia, los ritos, etc. pueden cambiar a lo largo de los siglos.

Pensemos en lo diferentes que son una iglesia románica del siglo XII, una gótica del siglo XIII, una renacentista del siglo XVI, una barroca del siglo XVII, una neoclásica de finales del siglo XVIII... Igual que ha cambiado la arquitectura religiosa a lo largo de los siglos, han cambiado muchos otros elementos del cristianismo, con los que se manifiesta la fe. Los cambios de hoy no son una novedad en la historia de la Iglesia.

Les invito a leer estas entradas en las que hablé de la liturgia del domingo pasado:

- La ley de Dios y las tradiciones de los hombres. El evangelio de este domingo nos presenta una discusión entre los fariseos y Jesús. Aquellos le reprochan que él y sus discípulos no observan algunas tradiciones heredadas de sus mayores (en concreto, se ve que eran un poco "marranos" y no se lavaban las manos antes de comer). Jesús no condena las tradiciones, pero las coloca en su justo lugar. Él nos enseña que no nos salva el cumplimiento de las costumbres y tradiciones, por muy buenas que sean, sino la fe en Dios y el deseo de cumplir su voluntad (aunque no siempre lo consigamos)...

¿Qué es verdaderamente esencial en el cristianismo? El evangelio de hoy (tomado de san Marcos) y la primera lectura (del Deuteronomio) coinciden en advertirnos que los mandamientos de Dios tienen valor eterno, pero las leyes y tradiciones de los hombres (por muy buenas y sagradas que sean), no. Hay muchas tradiciones en la sociedad y en la Iglesia que pueden ser muy hermosas y gratificantes, pero siempre debemos preguntarnos: ¿están de acuerdo con las enseñanzas de Jesús?, ¿se sustentan en el evangelio?...

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