lunes, 16 de agosto de 2021

María Sagrario: farmacéutica, carmelita y mártir


El 16 de agosto se celebra la fiesta de la beata María Sagrario de san Luis Gonzaga, o.c.d., una de las primeras mujeres que acudió a la universidad en España, ya que comenzó la carrera de farmacia en 1899 y la terminó en 1905.

Su padre era doctor en farmacia y académico de la sociedad médico quirúrgica española. También su abuelo, su tío y otros parientes fueron farmacéuticos, por lo que su inclinación hacia esta ocupación fue algo natural para ella, aunque en su época parecía algo imposible, porque era mujer.

De hecho, cuando empezó los estudios, era la única mujer de su facultad. Su padre o su hermano la acompañaban hasta la puerta y un bedel la llevaba junto al estrado del profesor, donde permanecía sentada en las clases, sin poder mezclarse con los alumnos varones. Para poder matricularse en cada asignatura, necesitaba el permiso escrito de cada catedrático titular, asegurando que se guardaría el orden en su clase a pesar de la presencia de una señorita en el aula.

De 1905 a 1909 trabajó con su padre. A la muerte de su padre, heredó su farmacia y con su trabajo sufragó los gastos de los estudios de su hermano, además de repartir ropas, alimentos y medicinas gratis a los pobres.

Tuvo varios pretendientes, pero ella quería consagrarse al Señor y en 1915, cuando su hermano terminó la carrera y pudo hacerse cargo de la farmacia familiar, se hizo carmelita descalza en el histórico monasterio de santa Ana y san José, fundado por Ana de Jesús y san Juan de la Cruz en 1586. En 1959, la comunidad se trasladó a su actual ubicación, en la calle General Aranaz, 58.

Se entregó de corazón a su vocación: además de la atención a la vida espiritual, trabajaba con dedicación, ayudaba en la cocina y en la lavandería, cuidaba de las enfermas y se hacía querer por todas. Ocupó los cargos de priora, maestra de novicias, tornera y de nuevo priora.

Durante la segunda república española, el 18 de julio de 1936, los milicianos apedrearon las ventanas de la iglesia y del convento, el 20 de julio lanzaron balas e intentaron incendiarlo con las monjas dentro. Finalmente, forzaron las puertas, quemaron los cuadros e imágenes de santos y se llevaron presas a las religiosas.

Después de numerosas amenazas y humillaciones, las soltaron, por lo que se refugiaron en casas de familiares y amigos de la comunidad. La hermana María Sagrario mantuvo comunicación con todas las religiosas, enviándolas consuelos materiales y espirituales.

El 14 de agosto la encerraron en una checa y, como en otros tiempos a san Lorenzo, pedían que les entregase las riquezas del convento. Exigieron que pusiera por escrito qué bienes poseían y dónde estaban. Ella solo escribió. ¡Viva Cristo rey! Esto fue suficiente para condenarla a muerte.

Su hermano consiguió una orden para que la liberaran, firmada por el presidente de la república, Manuel Azaña, pero ya la habían fusilado en la noche del día 15. Como pidió explicaciones, le dijeron que se callara o que las otras hermanas seguirían la misma suerte.

Fue enterrada en una fosa común, pero el médico que firmó la defunción la identificó y fotografió. En 1942 fue desenterrada y, después del reconocimiento, sus restos fueron trasladados al monasterio del que había sido priora, que había recuperado la vida religiosa.

En 1962 se abrió el proceso de beatificación y fue beatificada en 1988.

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