jueves, 29 de enero de 2015

Encarna recuerda su viaje a Cuba (primera parte)


Les propongo la primera parte del testimonio de mi amiga Encarna, de Cuenca en España, con la que compartí algunos días de misión evangelizadora en diciembre de 2014. Encarna es la del centro a la izquierda, de blusa naranja y pantalón blanco.

No quiero que mi gratitud quede en el silencio, y es ahora cuando, al mes de mi regreso de Cuba, me dispongo a comunicar por escrito lo que  continúa  viniendo a  mi  memoria y a mi corazón y que ya he hablado y difundido en familia, con amigos y en el trabajo, entre otros pequeños grupos. Como las vivencias del Adviento pasado son tan densas e intensas, hago aquí una pequeña síntesis.

En primer lugar, manifiesto mi agradecimiento al padre Eduardo, que me invitó a esta apasionante aventura apostólica. Nunca le agradeceré bastante la oportunidad de conocer a las dos comunidades de padres carmelitas de La Habana (PP. Misael, Marciano, Reinier y unos días el P. Lázaro) y de Matanzas (PP. Miguel Ángel, Luciano y Chema). Padres de madera especial. Todoterrenos. También añado un recuerdo especial para los aspirantes, estudiantes jóvenes, con vocación e ilusión. Inolvidable su comportamiento; admirables todos.

Y ¿qué decir de tanto como he vivido en esa pobre (o mejor dicho, empobrecida) isla? 

La primera semana la vivimos en Matanzas, llamada "Atenas de Cuba", y puede que lo fuera en otro tiempo. Ahora hay pobreza, suciedad de calles y cunetas, casas mugrosas con precariedad de recursos (valga decir que en algunos casos hasta sin silla para ofrecer  o con viga sujetando techo y ventana), escasez de recursos de todo tipo... Miseria material, en resumen. 

Junto a esta realidad, buenas gentes con expresión abierta, ojos transparentes, sonrisas, calidez de acogida, agradecidos, expresivos, y sobre todo con necesidad de hablar y hablar, de ser escuchados, de pedir ayuda para salir a trabajar de lo que sea y donde sea para alejarse de tan angustiosa y prolongada  situación.

La compensación (¡bendita compensación!) al desagradable espectáculo de lo dicho, vino con la vida y actividad de la parroquia, participando en sus animadas liturgias con su numeroso coro parroquial, ministros extraordinarios de la Eucaristía que llevan el Señor a los enfermos semanalmente; personas de la tercera edad, activas y colaboradoras, que también gestionan un comedor para grandes necesitados y llevan la comida a los domicilios de los que no se pueden desplazar, dispensario de medicinas, ropero, etc. 

También participamos en la celebración de 12 bautizos, con catequesis incluida, que duró más de 2,30 horas, pero que el Padre Luciano, con serena templanza, supo llevar de manera admirable. Larga y hermosa  fiesta.  

Más tarde, visita al geriátrico del gobierno, del que salimos con asombro y depresión, derivada del panorama en que viven más de un centenar de ancianos… ¡Qué pena!

También hicimos visitas a los pueblos que atienden los padres carmelitas: Limonar, Cidra, Guanaba  y otros, y a los padres franciscanos y su hermosa Iglesia, recién restaurada (con ayudas económicas del extranjero, claro).

Mención especial requiere hablar del día en que acompañé al padre Miguel Ángel, con varias señoras de la parroquia de Limonar, a llevar la Santa Unción a Armando de 97 años, Zaida de 78, Gabriela de 81, Argelia de 85, Esperanza de 70, entre otros. 

Todos manifestaron la alegría al recibir al padre en su casa para que les administrara el sacramento. Enfermos, pero conscientes. Su alma y su corazón desbordaban por sus ojos. Nunca olvidaré aquella expresión  de paz y serena sonrisa. 

Después, otra visita a una pareja mayor, con entrevista para posible matrimonio religioso. A la semana siguiente, Dios los unía y bendecía. 

Comimos invitados por una familia con hijos gemelos que cumplían 13 años. Con ellos y todo su grupo vecinal tuvimos misa de acción de gracias. Impresionaba  la vivencia comunitaria ante la escasez de recursos, pero -eso sí- compartidos. ¡Qué lección!

Después de una intensa semana en Matanzas, nos desplazamos a La Habana. Pero de eso hablaremos mañana, si Dios quiere.

Encarnación Pérez MartínezCuenca, enero de 2015.

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