lunes, 26 de enero de 2015

Desierto de las Palmas: un lugar para los ermitaños del siglo XXI


El ruido nos calcina interiormente porque nos desconecta de nosotros mismos. Para recuperar la armonía, existen muchos lugares y uno de ellos es el Parque Natural del Desierto de Las Palmas, situado a 14 kilómetros de Castellón (España). Ocupa 3.200 hectáreas y un 10 por ciento de ellas pertenecen a los Carmelitas Descalzos, allí desde el siglo XVII, y donde se puede encontrar el silencio reparador que nos unifica y nos acerca a Dios.

Cientos de personas acuden anualmente a este lugar de contemplación y experiencia mística y se alojan en las dependencias carmelitanas, como el centro de espiritualidad, con cabida para varias decenas de personas, o las ermitas que han restaurado los padres carmelitas para acoger a los peregrinos.

Hasta el momento, están operativos cinco de los trece templos que están en las inmediaciones del monasterio, acondicionados con sala de estar, dormitorio y cuarto de baño. Por unos precios asequibles, uno se puede retirar solo o en compañía en alguna de estas antiguas ermitas durante varios días y fascinarse por la belleza circundante al tiempo que, si lo desea, puede participar de las celebraciones y liturgia de los frailes.

Lugar de belleza y quietud. Estos, que iniciaron gestiones para adquirir el lugar en 1691, viven de la espiritualidad de san Juan de la Cruz y santa Teresa de Jesús, reformadores del Carmelo en el siglo XVI. Buscadores del ensimismamiento en Dios, como los antiguos eremitas, la palabra “Desierto” adquiere este significado espiritual en un lugar donde el entorno señala lo contrario, ocupado por pinos, naranjos, madroños, olivos, algarrobos y una gran variedad de hierbas aromáticas, como romero, jaras, aliagas, espliego... De igual modo, la alusión a las palmas no es fruto de las escasas palmeras de alrededor sino de los palmitos de escoba, que abundan en la zona.

En ese paraje donde reina el silencio y donde el tiempo se ha parado todo facilita la oración, el estudio, la convivencia y el trabajo manual de los religiosos, así como del de las personas que se acercan al monasterio de la Transverberación de Santa Teresa, como se denomina el lugar. Está situado a 420 metros de altura sobre el nivel del mar y equidistante de Castellón y Benicasim en ocho kilómetros, respectivamente; con el monte Bartolo a sus espaldas de cerca de 800 metros de altura, que recibe ese nombre del eremita que lo habitó hace siglos.

Tandas de ejercicios. Los pobladores del enclave y los que van allí a recuperar la unidad perdida adquieren la conciencia de que lo que importa en la vida es lo que se es y no lo que se hace. Aunque no todos sus peregrinos acuden por motivos religiosos, todos reciben la acogida fraterna de los Carmelitas descalzos, viviendo así las indicaciones de sus fundadores: san Juan de la Cruz y de la que celebramos este 2015 su quinientos aniversario, la abulense universal santa Teresa de Jesús.

Para los que quieran profundizar en su fe, además de las celebraciones litúrgicas ordinarias tienen varias tandas de ejercicios espirituales durante todo el año para sacerdotes, religiosos y seglares. Tanto para inscribirse en alguno de ellos como para ocupar plaza en el centro de espiritualidad, en la hospedería, en los albergues o en los templos acondicionados, basta contactar con el monasterio.

Erigido en el siglo XVII como lugar de retiro y formación de los religiosos, el monasterio cuenta con una iglesia, un museo, un archivo y las dependencias aludidas anteriormente.

Rehabilitación: a la antigua usanza. Entre ellas, las aludidas más arriba, cuya recuperación se ha ido abordando en los últimos tiempos por los frailes. Como se comentó anteriormente, son cinco los operativos en la actualidad a modo de apartamentos rurales con agua, luz y los servicios necesarios.

Con capacidad para cuatro personas cada uno de ellos, están conectados por una gran oquedad común que ilumina todas las habitaciones, del mismo modo que se construía antiguamente. Este proceso de restauración de las trece ermitas llevado a cabo por los carmelitas tiene como objetivo recuperar el mayor número de ellas para favorecer la espiritualidad de quienes se acerquen allí.

Todas tienen un nombre, a saber: el Nacimiento de Nuestro Señor Jesucristo, Nuestra Señora del Carmen, San Elías, Sagrada Familia, Monserrat, San José, Nuestra Señora de los Desamparados, San Antonio y San Pablo, San Juan Bautista, San Juan de la Cruz, Santo Ángel Custodio, San Miguel Arcángel y Santa Teresa de Jesús.

Fieles a la tradición artesanal, no podía faltar en el monasterio un producto de elaboración propia como es el famoso licor carmelitano que hacen los frailes según recetas seculares a base de hierbas aromáticas y medicinales del singular paraje, que desde 1989 está declarado Parque Natural, que vela por él la Fundación Desierto de las Palmas, y desde 2005 está declarado Bien de Interés Cultural. La comunidad carmelitana tiene un convenio con la Universidad Politécnica para ocuparse de su cuidado, promoción y desarrollo.

Aunque son muchos y variados los encantos del lugar, donde se esponja una espiritualidad y humanidad más plena, el Centro pretende, como expone en su página web: 1.) Ser foco de irradiación de la espiritualidad carmelitana a través de las charlas, encuentros y retiros organizados por los mismos Carmelitas Descalzos durante todo el año; 2.) Ayudar a través del silencio y la contemplación a la vida interior y al recogimiento, para profundizar en la vida cristiana.


Publicado por Enrique Chuvieco aquí.

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