Estimados amigos del “blog del padre Eduardo”. Quiero compartir con ustedes algo de lo que he vivido en Roma los días pasados en compañía de mi sobrino y ahijado, el padre Eduardo, y de mis cuñados Juan (que es el autor de las fotos) y Beatriz. Los tres coincidimos en que hemos pasado una semana inolvidable. Yo, en concreto, hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto. Finalmente he podido realizar un viaje que tanto he deseado, pero que hasta ahora nunca me había sido posible. Así que doy gracias a Dios por ello.
Desde el primer día que llegamos, empezamos a ver cosas bonitas. Eran las 8,30 de la noche y atravesamos un parque precioso (allí los llaman “villas”): la “Villa Borghese”. Fuimos a parar a la plaza de España, donde está la embajada de España ante la Santa Sede. Me llamó la atención un monolito con la Virgen Inmaculada arriba, que portaba en un brazo una corona de flores, ya seca, pues por lo visto se la regala el Papa todos los años el 8 de Diciembre. Allí está también la famosa escalinata que se ve en las películas. Estaba lleno de turistas, pero nosotros conseguimos hacernos la foto.
De allí fuimos a ver una maravilla: la preciosa “fontana de Trevi”. Me impresionaron sus figuras de mármol blanco y muy altas. En Roma todo es a lo grande. Después nos fuimos al convento porque estábamos cansados y era tarde.
No tengo palabras para agradecer su acogida a todos los carmelitas del convento de santa Teresita de Roma, empezando por el prior y siguiendo por los demás frailes, colaboradores y feligreses. Ha sido una experiencia preciosa que nunca olvidaremos. Gracias a todos de corazón. Les enviamos un abrazo a todos.
De todo lo que visité en Roma, lo que más me impresionó fue el Vaticano, la basílica de san Pedro, la plaza, el museo de la sacristía… y especialmente la vista tan maravillosa desde la cúpula; que dicho sea de paso, nuestro trabajo nos costó llegar allí: 320 escaleras después de dejar el ascensor, que nos ahorró muchas más. Pero llegamos.
El interior de la Basílica es grandioso. La dimensión de los angelitos que decoran las naves es superior a la de las personas. El baldaquino tiene una altura como la de cualquier palacio de Roma. Hay que destacar dos figuras importantes: la Piedad, que talló Miguel Ángel cuando tenía 25 años y san Pedro, sobria y muy bonita, con los pies gastados por los besos de los peregrinos.
Me es imposible contar todas las iglesias, museos, fuentes, plazas y parques de la ciudad, ni para expresar la emoción de participar en la audiencia de los miércoles con el papa. Seguiría contando muchas cosas sobre lo que vimos, vivimos y gozamos, pero eso lo dejo para los próximos peregrinos que llegarán el próximo martes desde la República Dominicana, El Salvador, Panamá y España (incluida mi hermana), antes de dirigirse a Tierra Santa. El Señor los acompañe y les haga sentirse tan a gusto como nos hemos sentido nosotros.
En la foto de arriba se ve una falsa puerta con fraile y gato incluidos, pintados en la pared de la antigua cartuja de Roma.
Sagrario, Beatriz y el padre Eduardo a las puertas del museo.
Los imponentes pinos de Roma, presentes por todos los sitios.
Cuerpo del mártir san Cándido.
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