miércoles, 18 de agosto de 2021

Beatos Juan Bautista, Miguel Luis y Santiago. Oficio de lecturas


Hoy se celebra la memoria de estos carmelitas martirizados durante la revolución francesa. Les propongo un texto que ellos y sus compañeros de martirio redactaron mientras estaban encarcelados en un barco negrero en condiciones inhumanas y que recoge el breviario en el oficio de lecturas.

No se preocuparán de las inquietudes inútiles de su puesta en libertad; sino que tratarán de aprovechar el tiempo de su detención, meditando en sus años pasados, tomando santas resoluciones para el futuro, con el fin de encontrar, en la cautividad de sus cuerpos, la libertad de sus almas...

Si Dios permitiera que recobrasen, total o parcialmente, esta libertad, por la cual suspira la naturaleza, evitarán el abandonarse a un júbilo desmesurado, cuando se enteren de la noticia. Conservando un ánimo sereno, demostrarán que han sufrido, sin murmurar, la cruz que se les impuso, y que estaban aún dispuestos a soportarla más largo tiempo, con valor y como verdaderos cristianos que no se dejan abatir por la adversidad.

Si se tratase de devolverles sus efectos personales, no mostrarán ninguna avidez por reclamarlos; sino que harán con modestia y estricta verdad la declaración que se les pudiera requerir; recibirán, sin lamentarse, lo que se les diere: acostumbrados, como deberían estar, a despreciar los bienes de la tierra y a contentarse con poco, a ejemplo de los apóstoles.

No satisfarán la curiosidad de los que pudieran encontrar en el camino; no responderán a las preguntas vanas sobre su pasado; les harán entrever que han soportado pacientemente sus sufrimientos, sin descender a detalles, y sin mostrar ningún resentimiento contra los que han sido los autores y los instrumentos [de los malos tratos].

Guardarán el silencio más inviolable y absoluto sobre los defectos de sus hermanos y sobre las debilidades en las que estos hayan podido caer debido a su dolorosa situación, su mal estado de salud y la larga duración de su castigo; conservarán la misma caridad hacia todos aquellos cuya opinión religiosa sea diferente a la suya; evitarán todo sentimiento de dureza o animosidad, dándose por contentos de compadecerlos interiormente, y esforzándose en llevarlos al camino de la verdad con su dulzura y moderación.

No mostrarán ningún pesar por la pérdida de sus bienes, ninguna prisa por recuperarlos, ningún resentimiento contra los que los detentan.

Desde ahora, tendrán un solo corazón y una sola alma, sin acepción de personas, y sin mostrar desvío hacia ninguno de los hermanos con ningún pretexto. No se entrometerán en las novedades políticas, contentándose con rezar por la prosperidad de su patria y prepararse para una vida nueva, si Dios permitiera que vuelvan a sus hogares, y convertirse allí en motivo de edificación y modelo de virtud para las gentes, por su alejamiento del mundo, su asiduidad en la oración y su amor al recogimiento y la piedad.

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