martes, 28 de mayo de 2024

Corpus Christi: Este es el sacramento de nuestra fe


En la misa, después de la consagración, el sacerdote dice: «Este es el sacramento de nuestra fe». No un sacramento entre otros, sino «el sacramento» que mejor resume y celebra nuestra fe.

A esa aclamación respondemos: «Anunciamos tu muerte, proclamamos tu resurrección; ¡ven, Señor Jesús!». De esta forma, el presente de nuestra celebración eucarística queda prendido entre el recuerdo de la primera venida de Cristo y la esperanza de su regreso al final de los tiempos.

En la eucaristía se hace presente el que vino y el que vendrá. El pasado (la historia de Jesús en la humildad de la carne) y el futuro (su futura manifestación en poder y gloria) se actualizan sacramentalmente.

La eucaristía es, al mismo tiempo, una actualización de la historia de Jesús y un anticipo de la vida eterna: el mismo que nació de María y que volverá al fin de la historia es el que ahora se hace presente en el pan y en el vino para ser nuestro alimento.

Esto solo se ve con los ojos de la fe, ya que para los del cuerpo, «es de noche», tal como canta san Juan de la Cruz: 

¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre,
aunque es de noche!

[Este es el estribillo, en el que san Juan de la Cruz afirma que conoce con certeza dónde brota la fuente del agua de la vida, de la paz y del amor, aunque no la puede ver, porque es de noche. Es decir, que en medio de la oscuridad de la vida, conoce por fe la fuente que puede saciar su sed más profunda, su deseo de felicidad.]

Aquella eterna fuente está escondida,
qué bien sé yo do tiene su manida,
aunque es de noche.

[Es decir, el eterno misterio de Dios se encuentra por encima de nuestras capacidades, está «escondido», pero por la fe (envueltos en la oscuridad) sabemos dónde brota, donde «mana» y dónde se haya (la «manida» es la morada, la madriguera).]

Aquesta eterna fuente está escondida
en este vivo pan por darnos vida,
aunque es de noche.

[En el «pan vivo» de la eucaristía está presente Cristo resucitado (su cuerpo, su alma, su humanidad y su divinidad) y, en él, la Santísima Trinidad. Dios se hace presente en la eucaristía para darnos su misma vida, para comunicarnos su amor. La primera estrofa comenzaba afirmando: «Aquella eterna fuente está escondida». Esta, sin embargo, dice: «Aquesta eterna fuente está escondida». Ya no habla de «aquella», sino de «esta». En la eucaristía, el Dios transcendente e incomprensible se hace cercano por amor. En la primera estrofa se hablaba de un Dios escondido porque es incomprensible e inaccesible para el hombre. Aquí se habla de un Dios escondido en el pan porque voluntariamente se hace pequeño para quedarse con nosotros, para ser nuestro alimento.]

Aquí se está llamando a las criaturas
y de esta agua se hartan, aunque a oscuras,
porque es de noche.

[Todos están invitados a alimentarse del pan de la vida. Con él saciamos nuestra verdadera hambre y sed –el deseo de vida eterna que anida en lo más profundo de nuestros corazones–. Esto se realiza en la oscuridad de la fe, porque mientras vivimos en este mundo no podemos ver a Dios cara a cara, pero ya gustamos de la intimidad con él, de su mistad, como una pregustación de la vida eterna.]

Aquesta eterna fuente que deseo
en este pan de vida yo la veo,
aunque es de noche.

[Cristo es el verdadero pan de la vida eterna. La eucaristía sacia nuestro deseo más profundo y es mucho más de lo que podemos pensar: es Cristo mismo y con él están siempre presentes el Padre y el Espíritu Santo. La fuente que desea mi corazón se encuentra en este pan.]

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