martes, 23 de septiembre de 2025

Una columna como palimpsesto de Roma


Junto al antiguo «Pórtico de Octavia», en pleno corazón del gueto judío, se alza esta columna de mármol veteado. A primera vista puede parecer un fragmento aislado, sujeto con anillos metálicos para que no se rompa; pero en realidad es un testigo silencioso de más de dos mil años de historia de Roma.

El mármol con vetas ondulantes, llamado «cipollino» por su parecido con las capas de una cebolla, llegó desde las lejanas canteras de la isla griega de Eubea. Fue traído a Roma en la época del emperador Augusto, cuando aquí se levantaban templos, bibliotecas y pórticos monumentales que embellecían el barrio.

Con el paso de los siglos, el esplendor clásico se fue apagando. En la Edad Media, las ruinas del pórtico se transformaron en mercado de pescado, del que todavía hoy queda memoria en el nombre de una iglesia cercana, «Sant’Angelo in Pescheria». A partir de 1555, esta zona se convirtió en el gueto para la comunidad judía.

Las casas que hoy vemos fueron creciendo sobre y entre las ruinas. Así, los muros de ladrillo se mezclan con columnas de mármol, los balcones con flores conviven con capiteles rotos, y la vida cotidiana se apoya literalmente en los restos de la antigüedad.

Esta columna se convierte así en un «palimpsesto de Roma»: como un manuscrito que ha sido escrito y borrado muchas veces, conserva en sus estratos las huellas de distintas épocas. En ella podemos leer, si sabemos mirar, la grandeza imperial, la pobreza medieval, la exclusión del gueto y la vitalidad de la ciudad actual.

Detenerse un momento aquí es contemplar la esencia de Roma: una ciudad que nunca ha dejado de transformarse, donde cada piedra cuenta una historia, y donde el pasado y el presente se entrelazan sin dejar de mirarnos.

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