martes, 31 de mayo de 2022

Vísperas para la fiesta de la Visitación de María a Isabel


Oración de la tarde para rezar en la fiesta de la visitación de la Virgen María a su prima Isabel, unidos a la Iglesia universal, que se alegra con las visitas amorosas de María, madre de Jesús y madre nuestra.

Dios mío, ven en mi auxilio. Señor date prisa en socorrerme. Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén. Aleluya.

HIMNO

Y salta el pequeño Juan
en el seno de Isabel.
Duerme en el tuyo Jesús.
Todos se salvan por él.

Cuando el ángel se alejó,
María salió al camino.
Dios ya estaba entre los hombres.
¿Cómo tenerle escondido?

Ya la semilla de Dios
crecía en su blanco seno.
Y un apóstol no es apóstol
si no es también mensajero.

Llevaba a Dios en su entraña
como una preecuaristía.
¡Ah, qué procesión del Corpus
la que se inició aquel día!

Y, al saludar a su prima,
Juan en el seno saltó.
Que Jesús tenía prisa
de empezar su salvación.

Desde entonces, quien te mira
siente el corazón saltar.
Sigues salvando, Señora,
a quien te logre encontrar.

SALMOS

Antífona 1: María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aleluya.

(Salmo 121: La ciudad santa de Jerusalén)


¡Qué alegría cuando me dijeron: 
“Vamos a la casa del Señor”!
Ya están pisando nuestros pies 
tus umbrales, Jerusalén.

Jerusalén está fundada 
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus, 
las tribus del Señor.

Según la costumbre de Israel, 
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia, 
en el palacio de David.

Desead la paz a Jerusalén: 
“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros, 
seguridad en tus palacios”.

Por mis hermanos y compañeros, 
voy a decir: “La paz contigo”.
Por la casa del Señor, nuestro Dios, 
te deseo todo bien.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1: María entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel. Aleluya.

Antífona 2: En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó en mi vientre. Aleluya.

(Salmo 126: El esfuerzo humano es inútil sin Dios)

Si el Señor no construye la casa, 
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad, 
en vano vigilan los centinelas.

Es inútil que madruguéis, 
que veléis hasta muy tarde,
que comáis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!

La herencia que da el Señor son los hijos; 
su salario, el fruto del vientre:
son saetas en mano de un guerrero 
los hijos de la juventud.

Dichoso el hombre que llena 
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue 
con su adversario en la plaza.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2: En cuanto tu saludo llegó a mis oídos, la criatura saltó en mi vientre. Aleluya.

Antífona 3: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. Aleluya.

(Ef 1,3-10: El Dios salvador)

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo, 
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos 
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo, 
por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, 
para que la gloria de su gracia, 
que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, 
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre, 
hemos recibido la redención, el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia 
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3: Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre. Aleluya.

LECTURA (1Pe 5,5-7)

Tened sentimientos de humildad unos con otros, porque Dios resiste a los soberbios, para dar su gracia a los humildes. Inclinaos, pues, bajo la mano poderosa de Dios, para que, a su tiempo, os ensalce. Descargad en él todo vuestro agobio, que él se interesa por vosotros.

RESPONSORIO

- Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.
- Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.
- Bendita tú entre las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre.
- Aleluya, aleluya.
- Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
- Alégrate, María, llena de gracia, el Señor está contigo. Aleluya, aleluya.

MAGNÍFICAT

Antífona: Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios ha mirado la humillación de su esclava.

(Lc 1,46-55: Alegría del alma en el Señor)

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
―como lo había prometido a nuestros padres―
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre, 
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona: Me felicitarán todas las generaciones, porque Dios ha mirado la humillación de su esclava.

PRECES

Proclamemos las grandezas de Dios Padre todopoderoso, que quiso que todas las generaciones felicitaran a María, la madre de su Hijo, y supliquémosle, diciendo:
— Que la llena de gracia interceda por nosotros.

Tú que nos diste a María por madre, concede, por su mediación, salud a los enfermos, consuelo a los tristes, perdón a los pecadores,
— y a todos abundancia de salud y paz.

Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
— y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.

Tú que hiciste de María la madre de misericordia,
— haz que los que viven en peligro o están tentados sientan su protección maternal.

Haz, Señor, que tu Iglesia tenga un solo corazón y una sola alma por el amor,
— y que todos los fieles perseveren unánimes en la oración con María, la madre de Jesús.

Tú que coronaste a María como reina del cielo,
— haz que los difuntos puedan alcanzar, con todos los santos, 
la felicidad de tu reino.

Digamos juntos la oración de los cristianos:
— Padre nuestro...

ORACIÓN

Padre santo, , tú que inspiraste a la Virgen María, cuando llevaba en su seno a tu Hijo, el deseo de visitar a su prima Isabel, concédenos, te rogamos, que, dóciles al soplo del Espíritu, podamos, con María, cantar tus maravillas durante toda nuestra vida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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