lunes, 19 de junio de 2023

En el Tiempo Ordinario, Jesús está en medio de nosotros


Una vez que ha terminado el ciclo de la Pascua del Señor, que concluye el domingo de Pentecostés y de alguna manera se prolonga en las fiestas de la Santísima Trinidad, el Corpus Christi y el Sagrado Corazón de Jesús, entramos de lleno en el "Tiempo Ordinario", que se prolonga hasta que comience un nuevo año litúrgico en el Adviento próximo.

Al reflexionar sobre este tiempo litúrgico, es bueno recordar que Jesús resucitado, antes de volver al seno del Padre, aseguró a los suyos: «Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo» (Mt 28,20).

En esta realidad temporal, histórica, confusa, ambigua, en la que nos encontramos, en la que tenemos experiencias positivas y negativas, momentos de gozo y de dolor, Jesús nos asegura su presencia junto a nosotros.

Él garantiza su presencia, no cuando las cosas estén mejor, cuando estemos plenamente convertidos, en un mundo ideal, ya hecho y terminado, sino en este mundo concreto, en crecimiento, lleno de confusiones y de ambigüedades.

Jesús promete su presencia entre nosotros «todos los días». Por lo tanto, en ningún momento, ni en los más terribles, nos deja solos. Incluso cuando no percibimos su presencia, él también está junto a nosotros.

Jesús está con nosotros cuando escuchamos su palabra y continuamos su obra entre los hombres. Jesús se hace presente especialmente cuando anunciamos el evangelio y celebramos los sacramentos, dando sentido y valor a lo que hacemos.

Esto es lo que celebramos en el Tiempo Ordinario: que Jesús está presente entre nosotros siempre, en todo momento, en la vida de cada día. No solo en los grandes acontecimientos y en los días de fiesta. También en los momentos más vulgares y ordinarios, en la salud y en la enfermedad, en las alegrías y en la tristeza. Su cercanía nos llena de gozo espiritual.

El Tiempo Ordinario no celebra determinados acontecimientos relacionados con Cristo, sino a Cristo mismo, que actualiza su salvación cuando los creyentes se reúnen en su nombre, cumpliendo su promesa: «Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, yo estoy en medio de ellos» (Mt 18,20).

La Iglesia hace presente el misterio de Cristo en la liturgia, por medio de la lectura de la sagrada Escritura y la celebración de los sacramentos, especialmente la eucaristía dominical.

Como enseña santa Teresa de Jesús, incluso cuando estamos en la cocina, también entre los pucheros (entre las ollas) anda el Señor, ayudándonos en lo interior y en lo exterior. Él nunca nos deja solos. A él la gloria y la alabanza por los siglos de los siglos. Amén.

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