sábado, 21 de enero de 2023

La actividad salvífica de Jesús


"Jesús recorría Galilea, enseñando en las sinagogas y proclamando el evangelio del reino, curando las enfermedades y dolencias del pueblo" (Mt 4,23). El evangelio del domingo tercero del Tiempo Ordinario (ciclo "a") habla del inicio de la vida pública de Jesús: de su predicación invitando a la conversión, de sus milagros, de la elección de los primeros discípulos.

A lo largo del año leemos en los evangelios todo lo referente a la vida de Jesús y sus enseñanzas, convencidos de que es cierto lo que afirma el papa Francisco:

«Cristo es el "Evangelio eterno" (Ap 14,6), y "es el mismo ayer y hoy y para siempre" (Hb 13,8), pero su riqueza y su hermosura son inagotables. Él es siempre joven y fuente constante de novedad. La Iglesia no deja de asombrarse por "la profundidad de la riqueza, de la sabiduría y del conocimiento de Dios" (Rom 11,33). Decía san Juan de la Cruz: "Esta espesura de sabiduría y ciencia de Dios es tan profunda e inmensa, que, aunque más el alma sepa de ella, siempre puede entrar más adentro". O bien, como afirmaba san Ireneo: "Cristo, en su venida, ha traído consigo toda novedad". Él siempre puede, con su novedad, renovar nuestra vida y nuestra comunidad y, aunque atraviese épocas oscuras y debilidades eclesiales, la propuesta cristiana nunca envejece. Jesucristo también puede romper los esquemas aburridos en los cuales pretendemos encerrarlo y nos sorprende con su constante creatividad divina. Cada vez que intentamos volver a la fuente y recuperar la frescura original del evangelio, brotan nuevos caminos, métodos creativos, otras formas de expresión, signos más elocuentes, palabras cargadas de renovado significado para el mundo actual. En realidad, toda auténtica acción evangelizadora es siempre "nueva"» (papa Francisco, Evangelii Gaudium, 11).

Queremos profundizar en el mensaje del evangelio, porque, como sigue enseñando el papa en el mismo documento, un poco más adelante:

«Toda la vida de Jesús, su forma de tratar a los pobres, sus gestos, su coherencia, su generosidad cotidiana y sencilla, y finalmente su entrega total, todo es precioso y le habla a la propia vida. Cada vez que uno vuelve a descubrirlo, se convence de que eso mismo es lo que los demás necesitan, aunque no lo reconozcan: "Lo que vosotros adoráis sin conocer es lo que os vengo a anunciar" (Hch 17,23)» (papa Francisco, Evangelii Gaudium, 265).

Pido al Señor que este año litúrgico, con nuestras lecturas del evangelio y nuestras celebraciones sea una oportunidad de gracia para todos, que crezcamos cada día en el conocimiento y en el amor de Jesucristo, que nada ni nadie nos aparte de su amor, que él nos ayude a profundizar en su amistad. Amén.

Hemos hablado de la predicación de Jesús aquí:
- La predicación de Jesús: el reino de Dios. Los evangelios identifican a Jesús, ante todo, con un predicador. Esa es su principal actividad y lo que mejor le caracteriza. Su predicación se inicia después del Bautismo y de su estancia en el desierto, cuando anuncia la llegada del reino de Dios. Este «reino» que Jesús anuncia es un acontecimiento gozoso que hay que acoger, antes que una doctrina que aprender.

Hemos hablado de sus milagros aquí:
Los milagros de Jesús. Los profetas de Israel acompañaron su predicación con gestos simbólicos (a veces portentosos): los «ôt», que realizaban anticipadamente lo que anunciaban (cf. 1Re 11,29-39; Jer 19,10-11; etc.). Las «obras» de Jesús están en la línea del actuar profético: son signos que vienen de Dios y muestran que Dios actúa en él.

Hemos hablado de su victoria sobre el demonio aquí:
Jesús y los demonios. En el Nuevo Testamento, las referencias al demonio van siempre unidas a la persona y actividad de Jesucristo, como representantes de dos mundos totalmente distintos; con la certeza de que donde está el uno no hay sitio para el otro. Por supuesto, el más fuerte de los dos es Jesús, que lo vence y expulsa.

También explicamos por qué Jesús eligió 12 apóstoles aquí:
- Por qué Jesús eligió 12 apóstoles. En los orígenes de Israel se encuentran los doce hijos de Jacob, que dieron origen a las doce tribus. Los judíos esperaban que, cuando llegara el mesías, restablecería las doce tribus y vivirían finalmente unidas (cf. Ez 33-48). Por eso hablan de «nuevo» pueblo y de «nueva» alianza. Con su gesto, Jesús indica que eso ya ha llegado.

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