sábado, 12 de noviembre de 2022

El final no será enseguida. Domingo 33 del Tiempo Ordinario, ciclo "c"


Este fin de semana es el domingo 33 del Tiempo Ordinario y estamos concluyendo el año litúrgico. El domingo próximo, si Dios quiere, celebraremos la fiesta de Jesucristo, Rey del universo, y el domingo siguiente comenzará un nuevo Adviento.

En el evangelio de  este domingo, Jesús nos habla de la destrucción del templo de Jerusalén, de persecuciones y catástrofes que sucederán al final de los tiempos. Pero también nos advierte de que eso no sucederá enseguida.

En distintos foros de internet hay personas que no se cansan de anunciar el final de los tiempos, viendo señales de su cercanía por todos los sitios. Sus amenazas se estrellan contra las palabras de Jesús, que afirmó que nadie sabe ni el día ni la hora y hoy nos repite que eso no será enseguida.

Además, en lugar de asustar a sus seguidores, Jesús decía: «Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación» (Lc 21,28). Por eso, el juicio no inspira temor en los creyentes, sino confianza. Los cristianos anhelamos la venida del Señor, que traerá la salvación definitiva para los que esperamos en él.

Mientras tanto, no nos angustiemos por el mañana, que a cada día le basta su afán. Como dice san Pablo en la segunda lectura de hoy, trabajemos con tranquilidad para ganarnos el pan de cada día, sin dejar que nada ni nadie nos quite la paz.

Amigos, estamos en camino. Sabemos cuál es nuestro destino: el encuentro con Cristo para participar de su vida eterna. Pero no sabemos cuándo sucederá esto. Mientras tanto, sigamos caminando «con una determinada determinación de no parar hasta llegar a la meta», tal como decía santa Teresa de Jesús.

Para ayudarnos en nuestra travesía, el Señor nos regala su Palabra, su Cuerpo y su bendición. Con tan buena ayuda, el camino se hace más llevadero.

He comentado estas lecturas de hoy aquí:

- «Quien persevere hasta el final se salvará». La liturgia de hoy nos invita a no poner nuestra confianza en las cosas de la tierra (aunque sean tan preciosas como el Templo de Jerusalén), ya que todas las obras de los hombres pasarán antes o después. Solo la Palabra de Dios es estable y permanecerá para siempre. Jesús nos invita a poner nuestra mirada en la meta última de nuestro caminar, cuando desaparecerá el mundo presente y todos los seres serán llevados a la plenitud para la que fueron creados. Mientras esto llega, ¿qué debemos hacer? San Pablo nos responde en la segunda lectura: Trabajar con serenidad para ganarnos el pan de cada día.

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