domingo, 9 de octubre de 2022
El leproso agradecido
En el evangelio de hoy (domingo 28 del Tiempo Ordinario, ciclo "c") se nos recuerda que, en cierta ocasión, el Señor curó a diez leprosos y les mandó que fueran a presentarse a los sacerdotes de Jerusalén. ¿Por qué?
En aquella sociedad, la lepra y las otras enfermedades de la piel eran consideradas una maldición de Dios en castigo por algunos pecados gravísimos.
Los sacerdotes tenían la obligación de declarar impuros a los leprosos (Lev 13,11-12), que eran expulsados de su casa y de su ciudad y tenían que malvivir en las montañas. Si alguno quedaba curado, los sacerdotes tenían que darles un certificado para que pudieran recuperar sus propiedades y volver con sus familias(Lev 13,16).
Jesús no solo les cura, sino que los devuelve su dignidad y los reincorpora a la vida social.
Uno de los diez leprosos curados volvió a darle gracias. Era un extranjero, como el leproso curado por el profeta Eliseo en la primera lectura.
Ambos son conscientes del gran don que han recibido y se muestran agradecidos. ¿Y los otros nueve?
También yo he recibido muchas veces el perdón de Dios, la limpieza del alma, la consolación en las tribulaciones, el gozo de su paz, el don de su Espíritu... ¿le doy gracias de todo corazón?
¿Qué pesa más en mi vida, la acción de gracias o los lamentos?
San Pablo nos enseña: "Todo cuanto hagáis, de palabra y de obra, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él" (Col 3,17).
Me gustaría que ese fuera mi programa de vida: Dar gracias a Dios siempre y por todo, también en medio de la tribulación o de la oscuridad, descubrir en mi vida todo lo bueno que recibo cada día y valorarlo más que las dificultades o contradicciones (que tampoco faltan).
He comentado este evangelio en la entrada titulada "Aprendamos a dar gracias" (que pueden consultar aquí).
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