Después de las fiestas de Pascua, que concluyen el día de Pentecostés y se prolongan con los domingos de la Santísima Trinidad y del Corpus Christi, viene el viernes del Sagrado Corazón de Jesús.
Cuando hablamos del Corazón de Jesús nos referimos a su infinito amor, a su ternura y misericordia. La devoción al Sagrado Corazón es devoción a Jesús, a toda su persona. Él nos ha amado "hasta el extremo" y nosotros queremos acoger su amor y amarle con todas nuestras fuerzas.
El corazón traspasado del redentor es la mejor manifestación del amor compasivo y misericordioso. Él no nos trata como merecen nuestros pecados. Al contrario, nos bendice con gran generosidad. Bendito y alabado sea el que tanto me amó y me ama. Amén.
Nuestros corazones heridos encuentran consuelo y esperanza en el Corazón de Jesús, que siempre nos recuerda que su amor no tiene fin, que «no se pueden agotar sus misericordias», tal como nos recuerda santa Teresa de Jesús.
Toda la vida de Jesús es una manifestación del amor de Dios, pero de una manera especial este amor se manifestó cuando Cristo murió en la cruz y su corazón fue traspasado por una lanza.
Del costado atravesado de Jesús brotaron, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia. ¡Demos gracias a Dios que nos ha manifestado tanta misericordia!
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