martes, 27 de febrero de 2018

Buscad la justicia y socorred al necesitado


En la primera lectura de hoy, el profeta Isaías nos dice de parte de Dios: «Apartad de mi vista vuestras malas acciones, dejad de hacer el mal, aprended a hacer el bien. Buscad la justicia, socorred al oprimido, proteged el derecho del huérfano, defended a la viuda. Venid entonces, y discutiremos. Aunque vuestros pecados sean como escarlata, quedarán blancos como nieve; aunque sean rojos como la púrpura, quedarán como lana» (Is 1,16ss).

En los pueblos con los que se relacionaba Israel había profetas y adivinos, que estaban al servicio de los poderosos y del pueblo, por lo que eran mantenidos por ellos. Su misión estaba clara: se debían ocupar de que los dioses fueran propicios y de señalar los días adecuados y los infaustos para realizar determinadas actividades. 

Los profetas hebreos, sin embargo, no tienen esa misión. No se identifican totalmente con los adivinos ni son elegidos por los reyes ni por el pueblo, ni están a su servicio ni son mantenidos por ellos. Son suscitados por Dios para que hablen en su nombre y no tienen miedo de enfrentarse a los poderosos y al pueblo para recordarles los compromisos de la alianza.

En el texto de hoy, Isaías condena la falsa religiosidad de los que pretenden justificarse ante Dios con sacrificios y ofrendas en el templo, pero no son sensibles ante los sufrimientos del prójimo, especialmente de los más pobres. La verdadera conversión, para él, es que tengamos un corazón misericordioso ante las desgracias ajenas. Esta es la verdadera religión.

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