lunes, 15 de mayo de 2017
Carmelo en camino: Un proyecto inclusivo (3)
Ya hemos dedicado otras entradas a hablar del Carmelo en camino: Un proyecto inclusivo en el que consagrados y seglares comparten la espiritualidad y la misión.
Lo que hemos visto hasta ahora sirve para todos los ámbitos de la Iglesia. Pero descendamos ahora a nuestra familia religiosa concreta: La gran familia del Carmelo está formada por frailes, monjas contemplativas, religiosas de vida activa, miembros de institutos seculares y grupos con otras formas de consagración, miembros del Carmelo seglar y laicos asociados a la Orden por distintos vínculos (cofradías, ONGs, etc.).
Antiguamente se decía que los frailes carmelitas somos la «Orden primera» (ya que al principio la familia carmelitana se reducía a los frailes del Monte Carmelo). A las monjas carmelitas se las llamaba «segunda Orden» y a los laicos asociados «Orden tercera», señalando que vinieron más tarde.
Estamos hablando de tres ramas históricas de la misma familia, de tres maneras de vivir el único carisma carmelitano. Tanto las monjas como los seglares entraron a formar parte de la Orden del Carmen, gracias al beato Juan Soreth, general de origen francés del s. XV.
Hoy hay que contar también a los institutos apostólicos afiliados a la Orden, que son tan carmelitas como los demás, pero cada uno vive su pertenencia a la familia de una manera peculiar. Históricamente, casi todas esas formas de consagración han nacido de los “terciarios”.
El caso es que todos somos “carmelitas”, cada uno según su propio estado y con unas características peculiares, pero todos formamos una única familia que quiere vivir en obsequio de Jesucristo, imitando a la Virgen María, meditando la Palabra de Dios y sirviendo a los hermanos y a la Iglesia.
Santa Teresa de Jesús habla en varias ocasiones de “los que al presente nos amamos en Cristo”. Era un grupo compuesto por algunas monjas y frailes carmelitas descalzos, sacerdotes y seglares, del que formaba parte también el obispo de Ávila. Se consideraban amigos y querían “hacerse espaldas unos a otros”; es decir, defenderse mutuamente y ayudarse a caminar en la amistad con el Señor.
Las religiosas de vida activa y los laicos carmelitas son parte integrante de la familia carmelitana. Así lo reconocen numerosos documentos oficiales. La vieja mentalidad “clerical” a veces sigue considerándolos solo como destinatarios de nuestra actividad pastoral y no como compañeros de camino y partícipes de la misma espiritualidad y de la misma misión, aunque cada uno la viva según sus capacidades, su estado de vida y su situación personal.
Es verdad que en muchos sitios han surgido experiencias novedosas, en las que se comparte la espiritualidad y la misión. Eso es lo que queremos promover también entre nosotros.
Seguiremos reflexionando sobre este argumento el próximo viernes, si Dios quiere.
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