viernes, 25 de septiembre de 2020

santa Teresita sigue siendo actual


En nuestros días, en que los estudios bíblicos y patrísticos han contribuido a aceptar el uso de una teología narrativa (que cuenta la obra de Dios en la historia), estamos más preparados para acoger el mensaje de santa Teresita que en otros tiempos, en los que solo se utilizaba el método especulativo (es decir, de reflexión intelectual, al margen de la vida).

La vida de Teresita es historia de salvación y sus intuiciones espirituales las ha vivido antes de ponerlas por escrito. El teólogo Hans Urs von Balthasar presentó a Teresa de Lisieux como el modelo en quien se realiza plenamente la fusión entre teología y espiritualidad, afirmando que «la teología de las mujeres no ha sido nunca tomada en serio. Después del mensaje de Lisieux, habría que pensar ya en ello en la actual reconstrucción de la dogmática».

Su declaración como doctora de la Iglesia supuso el reconocimiento oficial de que tiene una «doctrina eminente» que enseñar. Lo mejor para conocerla es leer directamente sus escritos.

Teresa es modelo y estímulo para todos los cristianos. El papa emérito Benedicto XVI la presentó como una guía segura «sobre todo» para los teólogos, que están llamados a buscar con creatividad respuestas nuevas a los interrogantes que la sociedad contemporánea se plantea, profundizando continuamente en los contenidos de la revelación: «Teresa es uno de los “pequeños” del Evangelio que se dejan llevar por Dios a las profundidades de su misterio. Una guía para todos, sobre todo para quienes, en el pueblo de Dios, desempeñan el ministerio de teólogos. Con la humildad y la caridad, la fe y la esperanza, Teresa entra continuamente en el corazón de la Sagrada Escritura que contiene el misterio de Cristo. Y esta lectura de la Biblia, alimentada con la ciencia del amor, no se opone a la ciencia académica. De hecho, la ciencia de los santos, de la que habla ella misma en la última página de la Historia de un alma, es la ciencia más alta» (Audiencia, 06-04-2011).

Todos conocen la especial relación que une al papa Francisco con santa Teresita. No se trata de una simple devoción, sino del común convencimiento de que la misericordia es el corazón del evangelio. También de la admiración por la humildad de Jesús, que le lleva a hacerse pequeño por amor a los hombres y nos invita a caminar en la sencillez y en la confianza. Dice el papa: «Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz ha sabido vivir y dar testimonio de esa “infancia espiritual” que se asimila precisamente meditando, siguiendo la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño. Esto es un gran misterio, ¡Dios es humilde! Nosotros, que somos orgullosos, llenos de vanidad, y nos creemos una gran cosa… ¡no somos nada! Él es grande, es humilde y se hace niño. ¡Esto es un verdadero misterio! Dios es humilde. ¡Esto es hermoso!» (Audiencia, 30-12-2015).

Comentando las lecturas del día de su fiesta, añadió: «“Como a un niño a quien su madre consuela, así os consolaré yo” (Is 66,13). Como una madre toma sobre sí el peso y el cansancio de sus hijos, así quiere Dios cargar con nuestros pecados e inquietudes; él, que nos conoce y ama infinitamente, es sensible a nuestra oración y sabe enjugar nuestras lágrimas. Cada vez que nos mira se conmueve y se enternece con un amor entrañable, porque, más allá del mal que podemos hacer, somos siempre sus hijos; desea tomarnos en brazos, protegernos, librarnos de los peligros y del mal. […]

Pero hay una condición fundamental para recibir el consuelo de Dios, y que hoy nos recuerda su Palabra: hacerse pequeños como niños (cf. Mt 18,3-4), ser “como un niño en brazos de su madre” (Sal 130,2). Para acoger el amor de Dios es necesaria esta pequeñez del corazón: en efecto, solo los pequeños pueden estar en brazos de su madre. […]

Quisiera resumir estas ideas con algunas palabras de santa Teresa del Niño Jesús, a quien recordamos hoy. Ella nos señala su “pequeño camino” hacia Dios, “el abandono del niñito que se duerme sin miedo en brazos de su padre”, porque “Jesús no pide grandes hazañas, sino únicamente abandono y gratitud”. Lamentablemente –como escribía entonces, y ocurre también hoy–, Dios encuentra “pocos corazones que se entreguen a él sin reservas, que comprendan toda la ternura de su amor infinito”. La joven santa y Doctora de la Iglesia, por el contrario, era experta en la “ciencia del Amor”, y nos enseña que “la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar”; nos recuerda también que “la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón”. Pidamos hoy, todos juntos, la gracia de un corazón sencillo, que cree y vive en la fuerza bondadosa del amor, pidamos vivir con la serena y total confianza en la misericordia de Dios» (Homilía, 01-10-2016).

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