viernes, 21 de agosto de 2015
Ramona García recuerda su peregrinación a Tierra Santa
Ya he hablado en otras ocasiones de la peregrinación a Tierra Santa que realicé hace un mes acompañando a un grupo precioso de personas provenientes de distintos lugares. Incluso recogí el testimonio de Briseida sobre el viaje. Acabo de recibir un mensaje de otra peregrina, que les comparto. Ella se detiene en la noche de oración que pasó en la basílica del Santo Sepulcro en Jerusalén. Es una experiencia que me gusta hacer cada año y proponer a los peregrinos que me acompañan. Cada noche un grupito tiene la oportunidad de velar en tan santo lugar.
Muchos tienen miedo de visitar la tierra de Jesús por la inseguridad en Medio Oriente. Mi experiencia es que hasta ahora nunca les ha pasado nada a los peregrinos y que las tierras que nosotros visitamos son muy seguras. Por eso sigo organizando una nueva peregrinación cada año. Leamos lo que dice Ramona:
Hace ya unos días que fui con el grupo de peregrinos del Padre Eduardo a Tierra Santa. Era mi segundo viaje a la Tierra del Señor, pero cada lugar vino a ser nuevo para mí.
Mi primera peregrinación fue en los días de Semana Santa de 2015. Esperaba vivir una Semana Santa especial, en la tierra donde el Señor vivió, murió y resucitó; esperaba caminar por esos lugares de Israel, de Jerusalén, del Pueblo de Dios, con el corazón, el alma y la mente en la escucha del Padre con Jesús. Estaba a la expectativa de lo que recibiría en los lugares donde vivieron nuestros padres en la fe, en la tierra de los profetas que hablaron en nombre de Dios: tierra de Abrahán, de Isaac y de Jacob, tierra de Jesús, José y María, tierra de la acción de Dios en favor de los hombres, de la historia de la salvación...
Pero esa peregrinación, que yo emprendí por motivos religiosos, se convirtió en un viaje turístico, pues una verdadera peregrinación no tiene que ser una visita rápida a los lugares sagrados y los momentos religiosos realizados con chacharería, etc.
En mi segunda peregrinación, dos meses después, organizada por un carmelita, fui desde una inquietud interior, una llamada del Espíritu, una obediencia a Jesús.
¡Cuánta riqueza en estos diez días que hemos pasado compartiendo! Cada uno de nosotros acogiendo la vivencia de los otros, la alegría de unos, las emociones de otros, y la maravillosa familiaridad de todos. El reavivar la fe que estaba un poco aletargada en el fondo de cada uno de nosotros, enriqueciéndose a medida que visitábamos los lugares, que leíamos los textos que correspondían a los Santos Lugares, que participábamos en las Eucaristías, en las conversaciones de unos con otros...
Tuve el privilegio de pasar una noche con otras siete mujeres más del grupo dentro de la Basílica del Calvario y del Santo Sepulcro; lugar de la presencia salvadora de Dios. No hay palabras para explicar lo que significa subir las escaleras que conducen al Gólgota y estar las horas de la noche adorando, orando allí al Salvador del mundo, en el Calvario, en el lugar en el que Jesús fue crucificado, donde Cristo Jesús ha muerto en prueba de su amor infinito hacia nosotros y bajar hacia la tumba misma de Jesús, entrar en el Sepulcro, arrodillarme ante la Tumba Vacía, recordar las palabras del ángel a las mujeres: “¡No está aquí! ¡Ha resucitado! Venid a ver el lugar donde lo colocaron”. Y decir: resucitó Cristo de este Sepulcro, de este lugar de la victoria de Cristo sobre la muerte.
Tres del grupo entramos en el Sepulcro y de rodillas oramos por el momento mas crucial de nuestra vida, por nuestra muerte, para que sea con Jesús y como él entreguemos nuestra alma al Padre invocando el nombre del Señor: "Bienaventurados los muertos que de aquí en adelante mueren en el Señor" (Ap 14,13); "Palabra fiel es esta: Que si morimos con Él, también viviremos con Él" (2Tim 2,11); "El que invoque el nombre del Señor se salvará" (Hch 2,21)...
¡Jesucristo ha resucitado! y también nosotros resucitaremos por Cristo. Esta noticia justifica la peregrinación a Jerusalén, explica por qué celebramos la muerte y la resurrección de Jesucristo y por qué profesamos nuestra fe en nuestra resurrección.
Gracias, P. Eduardo por esta experiencia vivida en Tierra Santa, gracias a todos los peregrinos del grupo, y al peregrino P. Jorge por las misas que nos celebró, Dios los bendiga. Gracias. Ramona.
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