Hoy, segundo domingo de Adviento, el profeta Isaías y san Juan Bautista nos invitan a preparar el camino al Señor. Eso significa que no debemos sentarnos a esperar tiempos mejores, sino que tenemos que poner lo que está de nuestra parte para construir esos tiempos mejores.
No podemos esperar inactivamente, contentos con la certeza de que el Señor volverá con gloria al final de los tiempos.
La esperanza debe movernos a colaborar con Cristo en su obra de salvación, preparando con nuestras buenas obras un mundo mejor, que sea anticipo del que está por venir.
No debemos desear el futuro ignorando el presente, ya que el Juez divino nos pedirá cuentas sobre nuestro obrar en este mundo. Mientras esperamos la futura salvación, hemos de trabajar para prepararla.
Esta es la dimensión práctica del Adviento, que nunca deberíamos ignorar si no queremos falsificarlo. Es la dimensión moral de la fe cristiana.
En Adviento, la liturgia pide a Dios que nos conceda «salir al encuentro de Cristo, que viene, acompañados por las buenas obras». Los que desean encontrarse con el Señor, se esfuerzan en preparar su venida.
De san Juan Bautista y de su relación con el Adviento he hablado aquí.
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