lunes, 25 de diciembre de 2023
Poesía navideña de santa Teresita
Santa Teresita del Niño Jesús escribió este poema en 1895, a petición de sor Genoveva (Celina, la hermana preferida y compañera de juegos infantiles de santa Teresita).
Celina pidió a su hermana que le escribiera una poesía en la que le ayudara a recordar a Jesús todo lo que ella había sufrido por su amor, para así tocar el corazón de Cristo y experimentar su consuelo, ya que se sentía triste.
Pero Teresita hizo todo lo contrario y recogió en este poema los sacrificios que Jesús hizo por Celina. En treinta y tres estrofas (para recordar los treinta y tres años de Cristo), pide a Jesús que recuerde todo lo que él ya ha hecho por amor a Celina y que la siga bendiciendo, no por los méritos de Celina, sino solo por su misericordia.
Aquí recojo solo nueve estrofas, con la esperanza de que nos sirvan para orar en este tiempo navideño. Pido a Jesús que nos ayude a comprender y a gustar algo de su amor hoy y por toda la eternidad. Amén.
1 Acuérdate, Jesús, de la gloria de tu Padre, del esplendor divino que dejaste en el cielo al bajar a esta tierra, al desterrarte de aquella eterna patria para rescatar a todos los pobres pecadores. Bajando a las entrañas de la Virgen María, velaste tu grandeza y tu gloria infinita. ¡Acuérdate del seno de tu madre, de tu segundo cielo!
2 Acuérdate que el día en que naciste los ángeles bajaron a la tierra y cantaron a coro: «¡Gloria, honor y poder a nuestro Dios, y paz a los hombres de buena voluntad!» Hoy sigues cumpliendo tu promesa: la paz es la riqueza de tus hijos. ¡Yo vengo a ti para gustar por siempre tu paz inefable!
3 Niño querido, yo vengo a ti y quiero quedarme para siempre en tu cuna, escondida entre tus pañales. Ahí podré cantar a coro con los ángeles y recordarte las fiestas de estos días. Jesús, acuérdate de los pastores y de los Reyes Magos, que te ofrecieron sus dones con alegría. Acuérdate también del cortejo inocente que derramó su sangre por ti.
4 Acuérdate que preferiste los dulces brazos de María, tu Madre, a tu trono de rey. Pequeño Niño mío, solo tenías la leche virginal para sostener tu vida. Jesús, tú que eres mi hermanito, invítame a ese festín de amor que tu madre te da. ¡Acuérdate de tu pequeña hermana, que te hizo palpitar!
5 Acuérdate de que llamaste «padre» al humilde José, quien supo, sin despertarte del regazo materno, arrancarte a las iras de un mortal por orden del cielo. Verbo de Dios, acuérdate de aquel misterio extraño: ¡Tú guardaste silencio e hiciste que le hablara un ángel! ¡Acuérdate del lejano destierro a la orilla del Nilo!
6 Acuérdate, Jesús, de que tus ojos de niño contemplaron en otras riberas los mismos astros de oro y la misma luna de plata que yo contemplo en el cielo. Tú sostenías el mundo y le dabas vida con la misma manita con que acariciabas a tu dulce Madre. ¡Acuérdate, mi pequeño Rey, que ya entonces pensaste en mí!
9 Acuérdate de cómo colmaste de inmensa ternura a los niños pequeños. Yo también deseo recibir tus caricias, ¡dame tus deliciosos, suaves besos! Para gozar un día de tu dulce presencia en el cielo, practicaré en la tierra las pequeñas virtudes de la infancia. ¡Acuérdate de que muchas veces dijiste que el cielo es de los niños!
12 Acuérdate, Jesús, de que, a pesar de que yo soy hija de la luz, con frecuencia me olvido de servir a mi Rey. Ten piedad de mi inmensa miseria y perdóname, por tu infinito amor. Señor, hazme una experta en las cosas del cielo, muéstrame los secretos que esconde tu evangelio. Y haz que ese libro de oro sea mi gran riqueza.
13 Acuérdate, Jesús, del poder asombroso que tu divina Madre tuvo y tiene sobre tu corazón. Acuérdate que un día cambiaste el agua clara en delicioso vino, obedeciendo a su sencilla súplica. Dígnate transformar mis mortecinas obras y a la voz de tu Madre, dales vida. Mi Jesús, ¡Acuérdate de que yo soy tu hija!
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