Santa Teresa, que ya era fundadora de conventos de monjas, quiso fundar también conventos de frailes por dos motivos:
El primero y principal era su afán misionero. Ella sufría por las divisiones de la Iglesia en Europa y por las personas que no conocían a Dios en América. Quería hacer algo, pero no se lo permitían porque era mujer. Así que se decidió a preparar varones que lo hicieran en nombre de sus hermanas y con su espíritu.
El segundo surge por motivos similares. Como a las mujeres no les permitían predicar ni tampoco ir a la universidad, ella quería a su lado frailes que pudieran formar a sus monjas y ayudarlas en su vida espiritual. Pero no le servía cualquiera, ella quería que fueran conformes "al estilo de recreación y hermandad que nosotras llevamos".
Cuando más adelante ella visitó Duruelo quedó encantada porque los frailes salían a predicar a los pueblos de alrededor y dedicaban mucho tiempo a enseñar a la gente a amar al Señor.
Al mismo tiempo, quedó decepcionada porque no entendieron totalmente su propuesta y se entregaron a una vida rigurosa y penitente, que era el modelo de santidad de la época.
Ella llamó la atención a los frailes y les invitó a moderarse. Con ironía y con pena dice que "como eran más virtuosos que yo, no me hicieron caso".
Con el tiempo, fray Juan de la Cruz fue asumiendo cada vez más claramente los valores del humanismo teresiano, especialmente durante los seis años que pasó en Ávila como confesor y capellán del monasterio de la Encarnación.
Los otros nunca la tomaron en serio ni la hicieron demasiado caso, por lo que ella llegó a escribir: “Algunas veces me pesara de que se había comenzado, si no tuviera tan gran confianza de la misericordia de Dios. Digo las casas de los frailes; que las de las monjas, por su bondad, siempre hasta ahora han ido bien. Y las de los frailes no iban mal, mas llevaba principio de caer muy presto; porque, como no tenían provincia por sí, eran gobernados por los calzados. Ni tampoco tenían Constituciones dadas por nuestro reverendísimo padre general. En cada casa hacían como les parecía. Hasta que vinieran, o se gobernaran ellos mismos, hubiera harto trabajo, porque a unos les parecía uno y a otros otro. Harto fatigada me tenían algunas veces” (Fundaciones 23).
Con el pasar del tiempo, generación tras generación, siempre ha habido frailes y monjas que han identificado el Carmelo descalzo con la práctica de "devociones a bobas" (en palabras de santa Teresa de Jesús) y con las "penitencias de bestias" (en palabras de san Juan de la Cruz).
También ha habido siempre frailes y monjas que, enfrentados a la lectura de los textos originales de san Juan y santa Teresa, han redescubierto siempre la novedad y frescura de los proyectos y del mensaje de la Santa.
Quiera Dios que los hijos de santa Teresa releamos continuamente sus escritos para encontrarnos con ella y con su mensaje, tan divino y tan humano.
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