viernes, 14 de octubre de 2022

Primeras vísperas de la fiesta de santa Teresa de Jesús


Les propongo las primeras vísperas de la fiesta de santa Teresa de Jesús (que en el Carmelo descalzo tiene rango de solemnidad), por si esta tarde alguien quiere unirse a nosotros en el rezo.

Himno

Vivo sin vivir en mí,
y tan alta vida espero,
que muero porque no muero.

Vivo ya fuera de mí,
después que muero de amor,
porque vivo en el Señor,
que me quiso para sí.
Cuando el corazón le di
puso en él este letrero:
que muero porque no muero.

Aquesta divina prisión
del amor en que yo vivo,
ha hecho a Dios mi cautivo
y libre mi corazón.
Y causa en mí tal pasión
ver a Dios mi prisionero,
que muero porque no muero.


¡Ay, qué larga es esta vida,
qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
Solo esperar la salida
me causa dolor tan fiero,
que muero porque no muero.

Aquella vida de arriba,
que es la vida verdadera,
hasta que esta vida muera,
no se goza estando viva.
Muerte, no me seas esquiva;
viva muriendo primero,
que muero porque no muero.

Vida, ¿qué puedo yo darle
a mi Dios, que vive en mí,
si no es perderte a ti,
para mejor a él gozarle?
Quiero muriendo alcanzarle,
pues a él solo es al que quiero:
que muero porque no muero.

Salmodia

Antífona l. La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.

Salmo 112

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre:
de la salida del sol hasta su ocaso,
alabado sea el nombre del Señor.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar
al cielo y a la tierra?

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo;
a la estéril le da un puesto en la casa,
como madre feliz de hijos.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 1. La explicación de tus palabras ilumina, da inteligencia a los ignorantes.

Antífona 2. Los pueblos contarán su sabiduría, y la Iglesia anunciará su alabanza.

Salmo 145

Alaba, alma mía, al Señor:
alabaré al Señor mientras viva,
tañeré para mi Dios mientras exista.

No confiéis en los príncipes,
seres de polvo que no pueden salvar;
exhalan el espíritu y vuelven al polvo,
ese día perecen sus planes.

Dichoso a quien auxilia el Dios de Jacob,
el que espera en el Señor, su Dios,
que hizo el cielo y la tierra,
el mar y cuanto hay en él;

que mantiene su fidelidad perpetuamente,
que hace justicia a los oprimidos,
que da pan a los hambrientos.

El Señor liberta a los cautivos,
el Señor abre los ojos al ciego,
el Señor endereza a los que ya se doblan,
el Señor ama a los justos.

El Señor guarda a los peregrinos,
sustenta al huérfano y a la viuda
y trastorna el camino de los malvados.

El Señor reina eternamente,
tu Dios, Sión, de edad en edad.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 2. Los pueblos contarán su sabiduría, y la Iglesia anunciará su alabanza.

Antífona 3. Dios le concedió una sabiduría e inteligencia extraordinarias, y una mente tan abierta como las playas junto al mar.

Cántico Ef 1, 3‑10

Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.

Él nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos santos
e irreprochables ante él por el amor.

Él nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya,
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.

Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.

Este es el plan 
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
recapitular en Cristo todas las cosas
del cielo y de la tierra.

Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona 3. Dios le concedió una sabiduría e inteligencia extraordinarias, y una mente tan abierta como las playas junto al mar.

Lectura breve (1Cor 2, 6-9)

Hablamos entre los perfectos una sabiduría que no es de este mundo ni de los príncipes de este mundo, que quedan desvanecidos, sino que enseñamos una sabiduría divina, misteriosa, escondida, predestinada por Dios antes de los siglos para nuestra gloria. Ninguno de los príncipes de este mundo la ha conocido, pues, si la hubiesen conocido, nunca hubieran crucificado al Señor de la gloria. Sino como está escrito: "Ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni el hombre puede pensar lo que Dios ha preparado para los que lo aman".

Responsorio breve

V/. En la Iglesia le da la palabra. 
R/. En la Iglesia le da la palabra.
V/. La llena de espíritu de sabiduría e inteligencia. 
R/. Le da la palabra. 
V/. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu santo. 
R/. En la Iglesia le da la palabra.

Antífona del Magníficat. Santa Madre Teresa, luz de la Iglesia santa, enséñanos el camino de la perfección para que lleguemos con Cristo a las moradas eternas.


Magníficat

Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava.

Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo,
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.

Él hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.

Auxilia a Israel, su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.


Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo,
como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.

Antífona del Magníficat. Santa Madre Teresa, luz de la Iglesia santa, enséñanos el camino de la perfección para que lleguemos con Cristo a las moradas eternas.


Preces

Al celebrar la santidad y sabiduría de Teresa de Jesús, nuestra madre, invoquemos a Dios, por medio de Jesucristo, que ha querido ser hermano y amigo, y digámosle:
― Señor, venga a nosotros tu reino.

Tú que enseñaste a santa Teresa de Jesús a encontrar en Cristo la fuente de la vida verdadera,
― haz que, escuchando al que es la Palabra, lleguemos a beber el agua de la vida eterna.

Tú que diste a Teresa, en Cristo, libro vivo y camino de santidad,
― ayúdanos a descubrir a Cristo en la oración, para que, unidos a él, recorramos el camino de perfección hasta la meta.

Tú que, con Cristo y el Espíritu Santo, pones tu morada en cuantos te aman y cumplen tu palabra,
― haznos cada día más sensibles a la caridad que se ha derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo.

Tú que has hecho de Cristo cabeza y fundamento de la Iglesia,
― haz que, enraizados en la fe y en el amor, vivamos y muramos, como nuestra santa madre, al servicio de la Iglesia.

Tú que has glorificado a Cristo, sentándolo a tu derecha como nuestro mediador,
― concede a nuestros hermanos difuntos que reinen con él eternamente.

Terminemos nuestra alabanza vespertina con la oración que nos enseñó el Señor: Padre nuestro.

Oración

Padre celestial, que por medio de tu Espíritu Santo has suscitado a santa Teresa de Jesús, nuestra Madre, para enseñar a tu Iglesia el camino de la perfección; concédenos alimentarnos siempre con su celestial doctrina, para que crezca en nosotros el deseo de la verdadera santidad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina, en la unidad del Espíritu santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén.

Conclusión

El Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.

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