viernes, 14 de octubre de 2022

La actualidad del carisma según santa Teresa de Jesús


Hace casi 500 años, escribió santa Teresa de Jesús: «Oigo algunas veces de los principios de las Órdenes religiosas decir que, como eran los cimientos, hacía el Señor mayores mercedes a aquellos santos nuestros pasados. Y es así; más siempre habrían de mirar que son cimiento de los que están por venir. Porque si ahora los que vivimos no hubiésemos caído de lo que los pasados, y los que viniesen después de nosotros hiciesen otro tanto, siempre estaría firme el edificio. ¿Qué me aprovecha a mí que los santos pasados hayan sido tales, si yo soy tan ruin después, que dejo estragado con la mala costumbre el edificio? Porque está claro que los que vienen no se acuerdan tanto de los que ha muchos años que pasaron, como de los que ven presentes. Donosa cosa es que lo eche yo a no ser de las primeras, y no mire la diferencia que hay de mi vida y virtudes a la de aquellos a quien Dios hacía tan grandes mercedes» (Fundaciones 4,6).

Es decir, que Dios no solo hizo maravillas en el pasado, entre los que se abrieron a su obrar, sino que quiere seguir haciéndolas hoy, por lo que tenemos que acoger su gracia y colaborar con ella. No basta con mirar al pasado y con lamentarse por los males presentes. Cada uno, personalmente, tiene que poner manos a la obra y buscar la manera de encarnar el carisma en las circunstancias concretas que le tocan vivir, aquí y ahora. El Señor nos lo conceda.

«Ahora estamos en paz calzados y descalzos. No nos estorba nadie para servir a nuestro Señor. Por eso, hermanos y hermanas mías, pues tan bien ha oído sus oraciones, prisa a servir a su Majestad. Miren los presentes, que son testigos de vista, las mercedes que nos ha hecho y de los trabajos y desasosiegos que nos ha librado; y los que estén por venir, pues lo hallan llano todo, no dejen caer ninguna cosa de perfección, por amor de nuestro Señor. No se diga por ellos lo que de algunas Órdenes que loan sus principios. Ahora comenzamos, y procuren ir comenzando siempre de bien en mejor» (Fundaciones 29,32).

En la historia del cristianismo siempre estamos empezando, porque Dios actúa siempre, en cada generación. La Iglesia no es un edificio de piedra ya construido que, como mucho, hay que reparar o pintar de vez en cuando. La Iglesia es un edificio de piedras vivas. En cada generación cambian las “piedras” (las personas que la forman), por lo que siempre estamos en proceso de construcción.

De nosotros no depende el pasado de la Iglesia (solo somos sus herederos), y tampoco el futuro (que está en las manos de Dios). De nosotros solo depende el presente. Estamos llamados a actualizar la salvación de Dios entre nuestros contemporáneos, a ser testigos de su misericordia, a vivir gozosamente nuestra fe. Digamos con María: “Aquí estoy, Señor, dispuesto a hacer tu voluntad. Puedes contar conmigo”.

En la Iglesia sobran personas que se quejan de los demás, que echan la culpa de todo a los otros, a lo malos que son los demás. Necesitamos personas que estén dispuestas a trabajar por el Reino, sin esperar nada a cambio. Como santa Teresa, que viendo los males de su época dijo: "Me determiné a hacer lo poquito que es en mí". Si cada uno añade su granito de arena, las cosas irán mejor. Como dice el refrán: "Haz bien y no mires a quién".

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