sábado, 26 de agosto de 2023

Santa Teresa de Jesús herida de amor


El Carmelo descalzo celebra hoy la fiesta de la "transverberación" de santa Teresa de Ávila. Ella misma cuenta que vivió esa experiencia por primera vez en 1560. Sentía que su amor era tan intenso que le parecía como si un ángel le clavara un dardo de fuego en el corazón y le arrancara las entrañas, dejándola abrasada de amor: «creciendo en mí un amor tan grande de Dios, que no sabía quién me lo ponía [...]. Me veía morir con deseo de ver a Dios» (V 29,8).

A pesar de las muchas veces que este episodio ha sido representado en el arte, especialmente en la famosa escultura de Bernini en la iglesia de Santa María de la Victoria de Roma, ella misma explica que no se trata de un ángel real, ni tampoco son reales el dardo ni el fuego, sino que son las imágenes sensibles con las que ella narra acontecimientos inefables:

«Es una manera de herida que parece al alma como si la metiesen por el corazón una saeta. Así causa un dolor tan grande, que la hace quejarse; y tan sabroso, que no querría que le faltase nunca. Este dolor no es en el sentido, ni tampoco es llaga material, sino en lo interior del alma» (CC 54,14).

Usa esa imagen para hacerse entender, pero insiste en la incapacidad del lenguaje ordinario para verbalizar las experiencias más profundas: «El alma entiende muy bien que es llamada de Dios, y tan entendido, que algunas veces la hace estremecer y aun quejar. Siente que es herida sabrosísimamente, mas no atina cómo ni quién la hirió. Se queja a su Esposo con palabras de amor, que no puede hacer otra cosa, porque entiende que él está presente [...]. Estoy deshaciéndome por daros a entender esta operación de amor, y no sé cómo; porque parece contradictorio entender que el Amado está claramente con el alma y parece que al mismo tiempo la llama con una señal tan cierta que no se puede dudar...» (6M 2,2).

A la hora de servirse de la imagen del ángel con el dardo para explicar esa altísima experiencia del amor de Dios, seguramente influyó en Teresa el haber visto muchas veces representado el amor como Cupido, un pequeño ángel que dispara sus saetas, así como el imaginario de las poesías amatorias de la época, las cuales presentaban al amado como un cazador y a la amada como una cierva vulnerada que solo puede encontrar descanso en aquel que la hirió con los dardos de su amor.

Ella misma se sirvió de este trasfondo famoso poema que comienza diciendo «Ya toda me entregué y di...», en la que presenta a Jesús como un cazador que la hiere con su flecha de amor.

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