El antiguo Canaán (Israel y Palestina) es una tierra de contrastes: desiertos y jardines, iglesias y playas, ruinas arqueológicas y parques tecnológicos, mercados y plazas, diversidad de razas y religiones, peregrinos y militares... En esta entrada interrumpo las reflexiones sobre el Monte Carmelo y recojo algunas fotos de mi última peregrinación, que me han ido llegando últimamente.
Sus mercadillos callejeros son impresionantes, especialmente los de dátiles y frutos secos.
Sus hornos y panaderías ofrecen una gran variedad de dulces.
Abundan los puestos de aceitunas y verduras.
Las abundantes y variadas especias expanden sus olores.
Desde el monasterio de la Virgen del Carmen en Haifa se contemplan unas vistas espectaculares.
En la basílica del Carmen, junto a la cueva del profeta Elías, cantamos la salve en compañía de los frailes y religiosas carmelitas, todos con velas en las manos.
En Nazaret se puede visitar la casa de María, que siempre nos lleva a Jesús, como en este icono de María "Odiguitria" (la que muestra el camino).
En Jerusalén está la casa de santa Ana, la madre de la Virgen María y abuela de Jesús, que nos recuerda la importancia de los mayores.
En Belén y Nazaret se conservan los monasterios de carmelitas descalzas fundados por la beata Mariam, la pequeña árabe, que unió su amor a Jesús en la vida ordinaria con fenómenos místicos extraordinarios.
En Belén veneramos la imagen del Niño Jesús, que nos habla del amor y condescendencia de Dios, que se despoja de su rango y toma la condición de esclavo para rescatar a los siervos.
En el río Jordán tuvimos ocasión de renovar nuestras promesas bautismales.
En un rincón de la parroquia ortodoxa de lengua árabe que se reúne en el Santo Sepulcro se conserva la antigua pila bautismal, usada por generaciones hasta el presente para hacerse cristianos.
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