viernes, 3 de marzo de 2023

Vía Crucis con santa Teresa de Jesús


El cuadro de santa Teresa abrazada a Cristo es obra del sacerdote murciano Leandro Fernández. Los textos son del libro de la Vida de santa Teresa de Ávila (1515-1582) y las fotografías de las estaciones son de la iglesia de santa Teresita ("Little Flower church"), de los carmelitas descalzos de Oklahoma City (USA).


Primera estación: Jesús es condenado a muerte

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Su Majestad ha sido el libro verdadero adonde he visto las verdades. ¡Bendito sea tal libro, que deja impreso lo que se ha de leer y hacer, de manera que no se puede olvidar!” (Vida 26,5).

Hoy abro mi corazón a ti, Señor Jesús, para aprender verdades: el amor es más fuerte el odio, el amor no entiende de límites ni de treguas, la vida se nos da a chorros cuando tú subes camino del Calvario.


Segunda estación: Jesús carga con la Cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“No dejen de considerar muchas veces la Pasión y vida de Cristo, que es de donde nos ha venido y viene todo bien” (Vida 13,13).

Cuando el camino es áspero y las cargas insoportables, sabemos que tú nunca nos dejas solos.


Tercera estación: Jesús cae por primera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Si quiere ganar libertad de espíritu y no andar siempre atribulado, comience a no espantarse de la cruz, y verá cómo el Señor la ayuda a llevarla y con el contento que anda” (Vida 11,17).

Señor Jesús, tu ternura nos levanta; tus ojos nos regalan una mirada de compasión para los que están caídos.


Cuarta estación: Jesús se encuentra con su madre

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Este Señor nuestro es por quien nos vienen todos los bienes… ¿Qué más queremos de un tan buen amigo al lado, que no nos dejará en los trabajos y tribulaciones como hacen los del mundo? Bienaventurado quien de verdad le amare y siempre le trajere cabe sí” (Vida 22,7).

Cuando voy a tu encuentro, Señor Jesús, me hallo con la luz de tu mirada y sé que nunca me dejarás en el camino.


Quinta estación: El Cireneo ayuda a Jesús a llevar la Cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Bien de todos los bienes y Jesús mío, ordenad modos cómo yo haga algo por Vos, que no hay ya quien sufra recibir tanto y no pagar nada. Cueste lo que costare, Señor, no queráis que vaya delante de Vos tan vacías las manos” (Vida 21,5).

¿Cómo es que necesitas mi ayuda, Señor Jesús? Aquí tienes mis manos.


Sexta estación: La Verónica enjuga el rostro de Jesús

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Quisiera yo siempre traer delante de los ojos su retrato e imagen, ya que no podía traerle tan esculpido en mi alma como yo quisiera” (Vida 22,4).

Cuando te miro, Señor Jesús, con la cruz a cuestas, tu rostro se queda grabado en mi corazón y toda mi vida se abre a tu amor.


Séptima estación: Jesús cae por segunda vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Acuérdense de sus palabras y miren lo que ha hecho conmigo, que primero me cansé de ofenderle, que su Majestad dejó de perdonarme. Nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias; no nos cansemos nosotros de recibir” (Vida 19,15).

Si caigo, Señor Jesús, por segunda vez, tú me das la mano y me vuelves a levantar.


Octava estación: Jesús consuela a las mujeres de Jerusalén

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“No me ha venido trabajo que, mirándoos a Vos delante de los jueces, no se me haga bueno de sufrir. Con tan buen amigo presente, con tan buen capitán que se puso en lo primero en el padecer, todo se puede sufrir: es ayuda y da esfuerzo; nunca falta; es amigo verdadero” (Vida 22,6).

A los abatidos de la tierra, tú, Señor Jesús, les dices palabras de aliento; ¡eres el amigo verdadero!


Novena estación: Jesús cae por tercera vez

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Que ésta llamo yo verdadera caída, la que aborrece el camino (la oración) por donde ganó tanto bien… Allí entenderá lo que hace y ganará arrepentimiento del Señor y fortaleza para levantarse” (Vida 15,3).

Pero si, desde el suelo, abro los ojos, te veo a ti, caído por nosotros, gritando al oído: ¡Animo! ¡Levántate!


Décima estación: Jesús es despojado de sus vestiduras

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Es muy buen amigo Cristo, porque le miramos hombre y vémosle con flaquezas y trabajos, y es compañía” (Vida 22,10).

Y tú, Señor Jesús, te dejas desnudar de la vida para que vestirme con una túnica de alegría. ¡Cuánto amor el tuyo! ¡Cuánta ingratitud la mía!


Undécima estación: Jesús es clavado en la Cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Siempre que se piense de Cristo, nos acordemos del amor con que nos hizo tantas mercedes… que amor saca amor” (Vida 22,14).

Al pie de la cruz, Señor Jesús, abro mis manos y recojo tu amor. ¿Cuándo se despertará mi amor por ti?


Duodécima estación: Jesús muere en la Cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Díjome una vez el Señor que pusiese los ojos en lo que él había padecido, y todo se me haría fácil” (Vida 26,3).

Pero tu semilla de amor ya está sembrada en mi corazón; el fruto no tardará en asomarse.


Décimotercera estación: Jesús es bajado de la cruz

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Es bueno pensar las penas que allí tuvo y por qué las tuvo y quién es el que las tuvo y el amor con que las pasó… Se esté allí con él” (Vida 13,22).

Señor Jesús, abro mis brazos para acogerte, como María. Al tocar tu cuerpo muerto, tu amor me recorre por dentro, tu vida vence mi pecado.


Décimocuarta estación: Jesús es sepultado

Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos. 
Porque con tu santa cruz redimiste al mundo.

“Poníame en las manos de Dios, que él sabía lo que me convenía, que cumpliese en mí lo que era su voluntad en todo” (Vida 27,1).

Señor Jesús, cierro los ojos y me pongo confiadamente en tus manos. Hágase en mí tu voluntad. Amén.

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