miércoles, 6 de marzo de 2024

Domingo de Laetare


El cuarto domingo de Cuaresma es llamado de Laetare (que en latín significa "alégrense"), por la antífona de entrada de la misa: «Festejen a Jerusalén, gocen con ella…» En algunos lugares, como en Tabuenca (Zaragoza), lo llaman "domingo de pasteles", que se suelen comer después de hacer una romería en la ermita del pueblo.

Como sucede el domingo de Gaudete (tercero de Adviento, que explicamos aquí), los templos se adornan con flores, se entonan cantos festivos acompañados de instrumentos, y los ornamentos sacerdotales pueden ser de color rosado. 

Antiguamente, se ofrecían las primeras flores de primavera en el templo, dando gracias a Dios porque lo más duro del invierno ya había pasado.

En Roma, este domingo el papa ofrecía una rosa de oro en la basílica de la "Santa Cruz de Jerusalén", una de las siete principales de la Urbe. Después, la rosa era ungida con crisma y perfumes. El domingo de Gaudete posterior el papa la regalaba a quien se había distinguido en la defensa de la Iglesia. Ya he explicado otras veces que esta costumbre medieval ha caído en desuso y que el papa ofrece una rosa de oro a algunos santuarios marianos de especial relevancia, al visitar el país donde se encuentran.

Esta era la oración de bendición de la rosa de oro: «Oh Dios, que has creado todo con tu palabra y poder, gobiernas todas las cosas con tu voluntad y eres la alegría y el consuelo de todos los fieles; te rogamos que bendigas y santifiques esta rosa tan agradable por su aspecto y su perfume, que nos tenemos que llevar hoy en nuestras manos como señal de alegría espiritual; a fin de que el pueblo que te está consagrado, arrancado del yugo de la cautividad de Babilonia por la gracia de tu único Hijo, que es la gloria y alegría de Israel, preguste con un corazón sincero las alegrías de la Jerusalén celestial, que es nuestra Madre. Como tu Iglesia salta de gozo ante su presencia, glorificando tu nombre, tú, Señor, concédele un consuelo verdadero y perfecto. Acepta la devoción, perdona los pecados, aumenta la fe, cura con tu protección, protege con tu misericordia, destruye los obstáculos, concede todos los bienes, a fin de que la Iglesia te ofrezca el fruto de las buenas obras, siguiendo tras el olor de esa flor que brotó del tronco de Jesé y recibe el nombre místico de "flor de los campos" y "lirio de los valles". Que tu Iglesia merezca gustar una alegría intensa en la gloria celestial, en compañía de todos los santos, con nuestro Señor Jesucristo, esa flor divina que vive y reina contigo, en unión del Espíritu Santo, y es Dios por los siglos de los siglos. Amén».

Durante los primeros siglos del cristianismo, este día iba unido al segundo escrutinio de los catecúmenos que se preparaban a recibir el bautismo en la noche de Pascua. Se practicaba sobre ellos una unción en los ojos, los oídos y la boca, para que se abrieran los sentidos del hombre interior. 

El ritual actual lo ha recuperado. Donde hay adultos que recibirán los sacramentos de la iniciación en Pascua, después de la homilía, se ora por los candidatos con dos plegarias que hacen referencia al evangelio del día. 

La primera oración dice: «Padre, que concediste al ciego de nacimiento que creyera en tu Hijo; y que por esta fe alcanzara la luz de tu reino: haz que tus elegidos, aquí presentes, se vean libres de los engaños que les ciegan y concédeles que, firmemente arraigados en la verdad, se transformen en hijos de la luz». 

Después de la imposición de manos, continúa el sacerdote: «Señor Jesús, […] a los que has elegido para recibir tus sacramentos llénalos de buena voluntad, a fin de que disfrutando con el gozo de tu luz, como el ciego que recobró de tu mano la claridad, lleguen a ser testigos firmes y valientes de la fe». 

Las celebraciones litúrgicas han evolucionado a lo largo de los siglos (como todas las dimensiones de la vida humana). Conocer su historia no debe confundirse con un deseo de volver hacia atrás, pero nos ayuda a comprender el presente y a interpretar numerosos textos del pasado.

Les deseo una buena preparación para este domingo de especial alegría y, sobre todo, les deseo que encuentren la verdadera alegría en su vida de cada día: la de saber que Dios tiene un proyecto de amor para cada uno de nosotros y que su amor es más fuerte que el pecado y que la muerte.

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