Como dijimos ayer, las fotos y reflexiones de hoy corresponden a un catálogo que presenta las obras de arte de las carmelitas descalzas de Cuenca, que se expusieron al público con motivo del 425 aniversario de su fundación. El marco expositivo no podía ser más adecuado: las salas del antiguo monasterio de san José, en el que las carmelitas permanecieron hasta su traslado al emplazamiento actual en la carretera de Nohales.
En las austeras salas del edificio carmelitano se recrearon algunos de los ambientes monásticos, con su mobiliario original: la celda, el coro y la iglesia, la cocina y el refectorio, los lugares para el trabajo y otros espacios comunes.
El coro y la iglesia, con su reja intermedia, recogen algunas de las obras más valiosas: cuadros, esculturas, relicarios, orfebrería conventual. Como ese lienzo de gran tamaño que representa al Niño Jesús abrazando a su Madre, con un brazo que rodea su cuello y la otra mano que acaricia su mentón y los dos rostros que se tocan y se funden con ternura mientras se cruzan las miradas de ambos.
Este cuadro y los varios ejemplares de pequeñas esculturas del Niño Jesús nos recuerdan la gran devoción de las carmelitas a la Sacratísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo. Devoción heredada de santa Teresa, que compuso numerosas poesías para las fiestas navideñas e invitaba a sus hijas a hacer lo mismo.
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