jueves, 28 de marzo de 2024

Historia y celebraciones del Jueves Santo


La pintura es obra del estadounidense Joseph F. Brickey, nacido en1973.

Historia del Jueves Santo. En este día, las fuentes más antiguas solo describen el rito de reconciliación de los penitentes. 

A finales del siglo IV, Egeria ya testimonia en Jerusalén una misa en el Martyrium (la basílica sobre el Gólgota) hacia las dos de la tarde. Al terminar, todos se dirigían a la capilla que había tras la cruz del atrio de la Anástasis (la basílica del Santo Sepulcro), donde se tenía otra misa sin lecturas, pero con comunión de todos los presentes (añadiendo que éste era el único día del año que se celebraba la Eucaristía en ese altar). Después de una cena ligera, todos se dirigían a la Eleona (la basílica del Monte de los Olivos), donde comenzaba hacia las siete de la tarde una vigilia en recuerdo de la agonía de Jesús, que duraba toda la noche y terminaba con una procesión hasta la Anástasis al alba del viernes. 

En el siglo V están testimoniadas en Roma tres misas: la de reconciliación de penitentes, la de consagración del crisma y la que conmemoraba la institución de la eucaristía. Con el tiempo, las tres se fusionaron en una, celebrada por la mañana, en la que adquirieron gran importancia algunos elementos, como el lavatorio de los pies, la reserva del Santísimo en un monumentum (sepulcro), al que se añadieron flores, velas e incluso soldados romanos (como los que hicieron vela ante el sepulcro de Jesús) y el proceso de desnudar los altares (e incluso de lavarlos y ungirlos). 

En nuestros días, la misa vespertina de la Cena del Señor da inicio al Triduo pascual. En 1988, la Congregación para el culto divino publicó una carta circular sobre la Pascua en la que, citando el ceremonial de los obispos, afirma:

«Con la misa que tiene lugar en las horas vespertinas del jueves de la Semana Santa, la Iglesia comienza el Triduo pascual y evoca aquella última cena, en la cual el Señor Jesús en la noche en que iba a ser entregado, habiendo amado hasta el extremo a los suyos que estaban en el mundo, ofreció a Dios Padre su Cuerpo y su Sangre bajo las especies del pan y del vino y los entregó a los apóstoles para que los sumiesen, mandándoles que ellos y sus sucesores en el sacerdocio también los ofreciesen».

Benedicto XVI ha recordado en varias ocasiones las tres características propias de esta celebración, que «conmemora la institución de la eucaristía, el sacerdocio ministerial y el mandamiento nuevo de la caridad que Jesús dejó a sus discípulos».

1- La institución de la eucaristía

La liturgia del día recuerda el testimonio más antiguo que conservamos sobre lo que sucedió en el Cenáculo, la víspera de la pasión del Señor. San Pablo lo escribió hacia el año 55 y afirma que sus enseñanzas son una «tradición» que él ha recibido del Señor:

«El Señor Jesús, la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía”. Lo mismo hizo con el cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre. Haced esto, cada vez que lo bebáis, en memoria mía”» (1Cor 11,23-25).

La muerte de Cristo no es un fatal accidente, sino una entrega voluntaria. [...]

2- El lavatorio de los pies y el mandamiento del amor fraterno

El lavatorio, anticipo de la Pascua: «Al lavarles los pies proclamó de manera concreta el primado del amor, un amor que se hace servicio hasta la entrega de sí mismos, anticipando también así el sacrificio supremo de su vida que se consumará al día siguiente, en el Calvario». [...]

El lavatorio, un estímulo para sus discípulos: con este gesto «dejó a los discípulos, como su distintivo, este acto de humildad, el amor hasta la muerte». En todas sus intervenciones a favor nuestro, Jesús nos da el perdón y nos capacita para perdonar, nos ama y nos capacita para amar. Así, «el don – el sacramentum – se convierte en exemplum, ejemplo». También en el lavatorio de los pies. Por eso, al concluirlo, Jesús dice: «Si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros» (Jn 13,14). [...]

3- El sacerdocio ministerial

Como hemos visto, Jesús adelanta sacramentalmente en la Última Cena la entrega de sí mismo en la cruz. Benedicto XVI recuerda que, al pedir que se repita su gesto en memoria suya, «Jesús constituye ministros de este rito sacramental, que entrega a la Iglesia como prueba suprema de su amor, a sus discípulos y a cuantos proseguirán su ministerio a lo largo de los siglos». [...]

4- Reserva y adoración de la eucaristía

Como el Viernes Santo no se celebra la eucaristía, desde tiempos antiguos, la Iglesia reserva el Santísimo para la comunión del día siguiente. Al principio se conservaban en la sacristía el pan y el vino consagrados, pero desde el s. XI los libros rituales romanos excluyen la reserva del vino y especifican que el traslado se haga procesionalmente a un lugar convenientemente preparado. La liturgia recomienda «una adoración prolongada en la noche del Santísimo Sacramento ante la reserva solemne». 

Benedicto XVI se ha hecho eco de esta invitación en repetidas ocasiones: «La Iglesia anima, después de la celebración de la Santa misa, a velar en presencia del Santísimo Sacramento, recordando la hora triste que Jesús pasó en soledad y oración en Getsemaní antes de ser arrestado y luego condenado a muerte». [...]

Tomado de mi libro "La fe celebrada. Historia, teología y espiritualidad del año litúrgico en los escritos de Benedicto XVI", Burgos 2012, pp. 276-286.

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