lunes, 20 de marzo de 2023

Antiguas estampas de san José con textos de santa Teresita


Hasta el s. XVI, san José era representado siempre en un segundo plano en los retablos de las iglesias y en los iconos, pero la influencia de los escritos de santa Teresa de Jesús (de Ávila) hizo que cada vez adquiriera más protagonismo. Después de ella, todos los autores carmelitas escribieron sobre el santo patriarca y lo consideraron protector de la Orden. Ese es el título de la primera estampa: "San José, protector del Carmelo", con los rayos que descienden desde el corazón del Niño Jesús hasta el monasterio Stella Maris de Israel.

En esta entrada recogemos algunas estampas antiguas que representan a san José, acompañadas por textos de santa Teresita del Niño Jesús (de Lisieux).

Jesús, acuérdate de que llamaste "padre" al humilde José, quien por orden del cielo supo, sin despertarte del regazo materno, arrancarte a las iras de Herodes. Verbo de Dios, acuérdate de aquel misterio extraño: ¡Tú guardaste silencio e hiciste hablar a un ángel! Del lejano destierro a la orilla del Nilo, ¡acuérdate!

María, José lloraba cerca del tabernáculo, porque ignoraba el milagro asombroso que se había producido en ti... Luego, en Belén, os veo, ¡oh María y José!, rechazados por todos. Nadie quiere acoger en su posada a dos pobres y humildes forasteros. ¡Solo para los grandes tienen sitio...!

José, tu vida transcurrió en la sombra, humilde y escondida,
¡pero fue tu privilegio contemplar muy de cerca 
la belleza de Jesús y de María!
José, tierno Padre, protege al Carmelo;
que en la tierra tus hijos gocen ya la paz del cielo.

Más de una vez, el que es Hijo de Dios 
y entonces era niño, sometido en todo a tu obediencia,
¡descansó con placer sobre el dulce refugio 
de tu pecho amante!

Como tú, nosotras servimos a María y a Jesús 
en la tranquila soledad del monasterio.
Nuestro mayor cuidado es contentarles, no deseamos más.

A ti nuestra santa Madre Teresa 
acudía amorosa y confiada en la necesidad,
y asegura que nunca dejaste de escuchar su plegaria.

Tenemos la esperanza de que un día,
cuando haya terminado la prueba de esta vida,
iremos a verte, Padre José, al lado de María.

Rogué a san José que velase por mí. Desde mi niñez le tenía una devoción que se confundía con mi amor a la Santísima Virgen. Todos los días le rezaba la oración: "San José, padre y protector de las vírgenes". Con esto, emprendí sin miedo el largo viaje. Iba tan bien protegida, que me parecía imposible tener miedo.

En Loreto me emocionó profundamente encontrarme bajo el mismo techo que la Sagrada Familia, contemplar las paredes en las que Jesús posó sus ojos divinos, pisar la tierra que José regó con su sudor y donde María llevó en brazos a Jesús después de haberlo llevado en su seno virginal.

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