viernes, 23 de diciembre de 2022

El admirable intercambio


En la antigüedad cristiana fue muy común presentar la encarnación del Señor como un "admirable intercambio", en el que Jesucristo asumió lo "nuestro" (carne, historia, limitaciones, sufrimientos y pecados) y nos dio lo "suyo" (Espíritu Santo, gloria, perdón y vida eterna). Este tema es tan importante que el Catecismo afirma que «Navidad es el misterio de este “admirable intercambio”».

Una oración de san León Magno recogió esta doctrina de manera singular: «Acoge, Señor, nuestras ofrendas en este admirable intercambio entre nuestra pobreza y tu riqueza. Nosotros te ofrecemos los dones que de ti hemos recibido y tú, a cambio, danos a ti mismo». Diversas oraciones del ciclo de Navidad y de los otros tiempos litúrgicos se han inspirado en ella. 

San Juan de la Cruz habla del sorprendente «trueque» que se produce entre el hombre y Dios: «Y la madre estaba en pasmo / de que tal trueque veía: / el llanto del hombre en Dios / y en el hombre la alegría; / lo cual, del uno y del otro, / tan ajeno ser solía». 

San Pedro Crisólogo resume así el argumento: «El cielo en la tierra, la tierra en el cielo; el hombre en Dios y Dios en el hombre».

Santa Teresa de Lisieux ilumina la doctrina patrística del admirable intercambio con su experiencia personal. Ella era una niña alegre, dotada de una inteligencia precoz y de una aguda sensibilidad. Al perder a su madre a los cuatro años, se volvió introvertida, víctima de enfermedades psicofísicas, con episodios de escrúpulos y de debilidad física y emocional. Quería ser fuerte, pero no lo conseguía. Sanó milagrosamente a los 14 años, en lo que ella denomina la gracia de Navidad

La noche del 24 al 25 de diciembre de 1886, al regresar de la misa de la noche, recibió una contradicción de su padre. Su hermana Celina pensó que iba a hundirse, cuando vio que las lágrimas asomaban a sus ojos. Sin embargo, Teresa sintió en ese momento que el Dios fuerte y poderoso asumía sus debilidades y la revestía de su fortaleza. 

Fue algo momentáneo e inesperado, que cambió radicalmente su existencia: «En esta noche, en la que él se hizo débil y paciente por mi amor, a mí me hizo fuerte y valerosa. Me revistió de sus armas, y desde aquella noche bendita nunca más fui vencida en ningún combate». 

Ella explica el contenido de esa gracia diciendo que entró en ella la caridad, la capacidad de olvidarse de sí misma para pensar solo en los demás, a imitación de Jesús mismo. El Señor nos la conceda a todos. Amén.

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