viernes, 15 de diciembre de 2023

Domingo de Gaudete. Invitación a la alegría


El tercer domingo de Adviento recibe su nombre de la primera palabra del introito de la misa, tomado de un texto de san Pablo: «Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. El Señor está cerca» (Flp 4,4-5). 

El gozo por la cercanía de Navidad se refleja en las flores de los templos, en la música y en las vestiduras litúrgicas, que por un día dejan el morado penitencial para transformarse en rosa. 

Parece ser que el origen se encuentra en la antigua costumbre de entregar ese día la Rosa de Oro; distinción que el papa, desde el siglo XI, ofrecía a algunos príncipes, como agradecimiento por su defensa de la Iglesia. 

La rosa era ungida con crisma el domingo IV de Cuaresma o «de Laetare», que es el otro día en que también se usan los ornamentos de color rosa. 

Últimamente, los papas la han ofrecido a algunos santuarios marianos, como Lourdes, Fátima, Guadalupe, Loreto o Aparecida.

Homero cantó a la Aurora como «la de los dedos de rosa» . Hermosa imagen, muy apropiada para este día que ya vislumbra la aparición de Cristo, sol que viene a visitarnos. 

Algunas poesías aclaman a María como la aurora que anuncia la llegada del sol salvador de los hombres, que es Cristo. Como en Navidad ese sol se manifiesta en un niño recién nacido, el rosa de los ornamentos es el color de los dedos de la aurora-madre y es también el color de la carne rosada y suave de su hijo.

La liturgia invita al gozo por la venida del Señor, al que llama «alegría y júbilo de cuantos esperan su llegada» e invita a celebrar «con alegría desbordante» la Navidad, a la que define como «fiesta de gozo» para todos los creyentes. 

Haciéndose eco de las promesas de los profetas (Zac 2,14; Sof 3,14-18; Jl 2,23-27; etc.) y del saludo del ángel a la Virgen María (Lc 1,28), invita a la alegría a la ciudad de Dios, que es figura de toda la Iglesia: «Alégrate, Jerusalén, porque viene a ti el Salvador». 

Incluso llega a pedir que se alegre toda la naturaleza ante la llegada del Señor: «Destilen los montes alegría, porque con poder viene el Señor, luz del mundo».

«El Señor está cerca». Estas palabras revelan la esencia del Adviento y del cristianismo en general. La cercanía del Señor y de su juicio no despierta temor en los creyentes, sino alegría, porque viene para salvarnos. Todo el evangelio es un gozoso anuncio del amor de Dios, manifestado en Cristo. La liturgia de Adviento lo recuerda de una manera especial.

Este es el mensaje de la Iglesia: la cercanía (temporal y espacial) del Señor. Somos dichosos porque ya no estamos en la situación de los justos que esperaron en el cumplimiento de unas promesas lejanas en el tiempo (cf. Mt 13,16-17). El Señor ha venido y se ha quedado. Tampoco hay que ir a buscarlo a sitios lejanos, ya que está más cerca de nosotros que nosotros mismos. 

Porque el Señor está cerca, la Iglesia se goza como la esposa en compañía de su Amado. A pesar de las contradicciones y de las zozobras, la cercanía del Señor es fuente de alegría y paz.

De por sí, toda la liturgia de Adviento es una invitación a la alegría. Incluso en medio de la oscuridad, los cristianos deben alegrarse porque «el Señor está cerca». Él no abandona a los suyos en la prueba.


Tomado de mi libro La fe celebrada. Historia, teología y espiritualidad del año litúrgico en los escritos de Benedicto XVI, Burgos 2012, pp. 62-65.

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