martes, 23 de agosto de 2022

El Cantar de los cantares (3) El amor desea una posesión plena y total


Hemos dedicado dos entradas a presentar del contenido del Cantar de los cantares, marcado por el deseo de los esposos, que se buscan, se encuentran y desean permanecer juntos, aunque en algunos momentos tienen que separarse.

Los últimos versos del Cantar proponen un concepto más sedimentado del amor, marcado por la fidelidad indestructible, «más fuerte que la muerte», pero el frescor del amor de prometidos no es, sin embargo, desdeñable. 

Los temores de perder a la persona amada, los sufrimientos por su ausencia, los deseos de una posesión plena y total, la referencia a la muerte, que acaba con todos los proyectos (8,6), recuerdan las limitaciones de todo amor humano, por muy maravilloso que sea y empujan al encuentro con Aquel que es fuego divino de amor, del que el amor humano es solo una pregustación, un anticipo, una participación en la «llamarada divina» (8,6), una promesa. 

Las sucesivas etapas del amor humano son buenas en sí mismas, pueden servir incluso de experiencia religiosa y convertirse en signos del amor de Dios hacia su pueblo y hacia cada persona. Al mismo tiempo, despiertan en nosotros el deseo de una comunión plena y definitiva, que solo puede darse en el encuentro con aquel que nos creó para sí, por lo que nuestro corazón está inquieto hasta que descanse en él, tal como dice san Agustín.

La presencia del Cantar de los cantares en la Sagrada Escritura recuerda al hombre que su universo no está hecho solo de técnica y de razón, de ciencia y de economía (ni solo de teología y derecho canónico), sino también de gratuidad y de don, de amor y de poesía, de mística (experiencia del misterio) y espiritualidad (vida en el Espíritu). 

Ni siquiera la religión se libra del peligro de «cosificación», en la que unos ritos se repiten continuamente, con el peligro de que desaparezca la ilusión inicial: «He de echarte en cara que has dejado enfriar el amor primero. Recuerda, pues, de dónde has caído; cambia de actitud y vuelve a tu conducta primera» (Ap 2,4-5).

Al entrar a formar parte de la Biblia, el Cantar de los cantares se convirtió en una alegoría, en la que las peripecias del esposo (Dios) y de la esposa (Israel, Jerusalén, la hija de Sión) se captan en el desarrollo de la historia del pueblo hebreo, especialmente en los dramáticos episodios relacionados con el destierro. 

Mañana, si Dios quiere, terminaremos nuestras explicaciones sobre el Cantar, aunque recogeremos textos de otros autores en los días siguientes.

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