miércoles, 17 de septiembre de 2025

Amén. 20- La alegría de creer. El Credo explicado con palabras sencillas


Con la última palabra del Credo afirmamos como verdadero todo lo que acabamos de confesar, y lo reconocemos como válido y seguro para nuestra vida. Ya hemos dicho que en hebreo la palabra «amén» proviene de la misma raíz que la palabra «creer». En ambos casos tiene que ver con la confianza que depositamos en algo sólido y estable, sobre lo que podemos construir nuestra existencia. Aunque mejor que en «algo», deberíamos decir en «Alguien».

Hay un texto bíblico que hace un juego de palabras usando estos dos términos. El contexto es muy problemático: hay dos naciones extranjeras que quieren conquistar Jerusalén, pero el profeta transmite al pueblo lo que Dios le ha dicho: eso no sucederá si se fían de Dios; pero si no lo hacen, perecerán. Dice así: «Si vosotros no creéis (taaminu), pereceréis (teamenu)» (Is7,9). Literalmente podríamos traducir que «Si no creéis, no podéis decir amén», pero es necesario interpretar el texto al pasarlo a un idioma distinto del original, por lo que hay quien traduce: 
- «Si no mantenéis una fe firme, tampoco quedaréis firmemente en pie» (edición interconfesional).
- «Si no creéis, no subsistiréis» (Biblia del peregrino).
- «Si no confían en mí, no subsistirán» (la Biblia católica para jóvenes).
- «Si no os apoyáis [en Yahvé], no tendréis apoyo» (Lutero).
- «Si no creéis, no comprenderéis» (versión griega de los LXX). 

Nuevamente vemos que la fe no es solo aceptar que Dios existe o una serie de verdades sobre él, sino que consiste en poner nuestra vida entre sus manos, fiarnos de su fidelidad, construir la vida sobre sus promesas.

Para terminar, podemos traducir «amén» tanto por «así es» como por «así sea». Es decir: creo que lo que he dicho es verdad (así es) y suplico al Padre que lo realice en mi vida por su bondad (así sea).

Cuando, después de haber confesado la fe de la Iglesia, digo «amén», me uno al canto de los ángeles, que contemplan día y noche la bondad y la belleza de Dios y se alegran al encontrar en él la plenitud de la bondad y de la hermosura. 

Con mi «amén» me uno a la esperanza de los mártires, que en diversas circunstancias han marchado cantando al encuentro con la muerte, poniendo confiadamente sus vidas en las manos de Alguien que es más fuerte que la muerte. 

Con mi «amén» me uno al amor de las vírgenes, que a lo largo de los siglos se han consagrado al servicio de un Amor más grande que todo lo que podemos gustar y poseer, y que derraman su vida a los pies de Jesús como se vierte un perfume: gratuitamente, con el único deseo de agradar al Amado, sin exigir nada a cambio. 

Con mi «amén» también me uno a todos los que se sienten frágiles y pecadores, incapaces de enfrentarse con alegría a los sufrimientos cotidianos de la existencia e incapaces incluso de controlar sus instintos y pasiones, pero que encuentran la valentía para seguir esperando misericordia en Aquel que afirmó que vino «a buscar y salvar lo que estaba perdido» (Lc 19,10). 

Si cuando digo «creo» estoy afirmando que pongo mi vida incondicionalmente en las manos de Dios, sabiendo que no merezco su amor, pero lo necesito, cuando digo «amén» lo confirmo y ratifico.

«El “Amén” final del Credo recoge y confirma su primera palabra: “Creo”. Creer es decir “Amén” a las palabras, a las promesas, a los mandamientos de Dios; es fiarse totalmente de él, que es el “Amén” de amor infinito y de perfecta fidelidad. La vida cristiana de cada día será también el “Amén” al “Creo” de la Profesión de fe de nuestro bautismo» (Catecismo, 1064).

Puntos para la reflexión y oración

Creo en Dios Padre de misericordia. Amén. Creo en su Hijo Jesucristo, figura visible del Dios invisible. Amén. Creo en el Espíritu santificador. Amén. Creo en la Iglesia, que es la comunidad de los redimidos. Amén. Espero participar un día de la vida de Dios para siempre. Amén. Mientras esto llega, solo quiero lo que Dios quiera. Amén.

Poema de Juan Ramón Jiménez (1881-1958)

Lo que vos queráis, Señor;
sea lo que vos queráis.

Si queréis que entre las rosas
ría hacia los matinales
resplandores de la vida,
sea lo que vos queráis.

Si queréis que, entre los cardos,
sangre hacia las insondables
sombras de la noche eterna,
sea lo que vos queráis.

Gracias si queréis que mire,
gracias si queréis cegarme;
gracias por todo y por nada;
sea lo que vos queráis.

Lo que vos queráis, Señor;
sea lo que vos queráis.


Tomado de mi libro "La alegría de creer. El Credo explicado con palabras sencillas", editorial Monte Carmelo, Burgos 2017, ISBN: 978-84-8353-865-4 (páginas 171-174).

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