miércoles, 25 de septiembre de 2024

Poema de Gilgamesh. Resumen y comentario


Durante mucho tiempo, había tenido interés por leer el «poema de Gilgamesh» (también llamado por influencia de escritos posteriores «epopeya de Gilgamesh»), escrito en Mesopotamia en el tercer milenio antes de Cristo. Posiblemente sea el texto literario complejo más antiguo de la historia humana que ha llegado hasta nosotros. El texto final es fruto de la unión de varios relatos mitológicos, en origen independientes entre sí.

Finalmente, me decidí a acercarme al texto y a varios estudios sobre el mismo, reflexionando también sobre su influencia en otras obras importantes posteriores, especialmente en la Odisea de Homero (el viaje y las aventuras externas que terminan produciendo el autoconocimiento, el encuentro con la propia verdad) y en los relatos bíblicos del Génesis (como los que narran la creación del hombre con barro y el diluvio) y del libro del Eclesiastés (la vanidad de todos los esfuerzos del hombre y la invitación a disfrutar de los placeres sencillos y cotidianos, conservando la paz del corazón), así como de la perenne fascinación de los judíos por la sabiduría de Oriente. También en la idea de «fama», tan presente en la cultura grecolatina y en la sociedad occidental del Antiguo Régimen (la única manera humana de conseguir la inmortalidad, por medio del recuerdo de las obras llevadas a cabo y de los monumentos levantados en vida, especialmente los funerarios).

Como es natural, no es un texto sencillo, con una historia lineal, y es difícil seguir la trama si no se tiene presente el trasfondo de la mitología sumeria, con sus numerosos y caprichosos dioses, muchas veces enfrentados entre sí por recibir el reconocimiento de los humanos.

Lo que está claro es que, para los antiguos, todo lo que sucedía tenía causas religiosas y la cercanía y manifestaciones de los dioses era algo tan connatural como el comer, trabajar y descansar. Este es el resumen que he preparado del poema. Eduardo Sanz de Miguel, o.c.d.

Aruru (también llamada Ninhursag y con otros nombres) era la Tierra, la diosa madre. Ella creó a Gilgamesh, «dos tercios de él son divinos y un tercio de él es humano». Lo envía como rey a la importante ciudad mesopotámica de Uruk (que tenía en torno a 50000 habitantes en el IV milenio a. C.); pero es violento y arrogante, por lo que la gente se queja a los dioses y Anu (el rey del Cielo, esposo de Aruru,) la ordena que cree otro ser con el que compita Gilgamesh, para que deje en paz a la gente de Uruk.

La diosa crea en la estepa a Enkidu, con largo pelo y vello por todo el cuerpo, salvaje, que come hierba en compañía de las bestias del campo, ciega los pozos de los agricultores-ganaderos y rompe los cepos de los cazadores. Piden ayuda a Gilgamesh, que les da una ramera para que lo domestique y lo lleve a la ciudad. Cuando comienza su transformación, las fieras reniegan de él y se alejan. Al principio, no sabe comer platos cocinados ni beber licor, ni usa perfumes ni ropas elaboradas, pero termina acostumbrándose a la vida urbana.

Cuando se encuentran, comienza la pelea: «Gilgamesh y Enkidu se asieron uno a otro, enlazados con fuerza, como toros; destrozaron la jamba, mientras el muro se estremecía». 

Contra todo pronóstico, los dos terminan haciéndose amigos, imagen de la alianza entre la civilización urbana sedentaria y la seminómada de la estepa, sabiendo que la colaboración puede ser más útil para las dos que el enfrentamiento.

Gilgamesh decide salir a pelear contra el monstruoso Huwawa, que vive en la Selva de los Cedros, para cortar su madera y aprovecharla en sus construcciones. Enkidu intenta persuadirlo. También la diosa Ishtar (equivalente de la Astarté bíblica, la Afrodita griega y la Venus romana, diosa del amor y la fertilidad) intenta conquistarlo para que se quede con ella, pero él echa en cara a la diosa los muchos amantes que ha tenido y ninguno ha acabado bien.

Ella se enfada y pide a su padre Anu (rey del cielo y padre de los dioses) que la ayude a vengarse, poniendo a sus órdenes el toro del cielo. Al principio, se niega, pero termina cediendo. El toro baja a la Tierra, causando numerosos muertos. Enkido y Gilgamesh se enfrentan a él y lo matan. También al guardián de la Selva de los Cedros, apoderándose de la madera. La diosa Ishtar se enfada todavía más y los dioses se reúnen, determinando que uno de los culpables debe morir. Enkidu muere y desciende a la «Casa del Polvo» (el lugar de los muertos, el inframundo).

Gilgamesh hace duelo y entona elegías por su amigo muerto. También conoce el miedo, porque teme morir, como su amigo. Entonces, se decide a iniciar un viaje en busca de la inmortalidad. 

En su búsqueda se encuentra con Siduri, la tabernera (diosa de la sabiduría unida a la ingesta de alcohol y sustancias alucinógenas, profundamente conocedora de la naturaleza humana), a la que expresa su amargura: «Aquel que conmigo soportó todas las labores —Enkidu, a quien yo amaba entrañablemente— ¡Ha conocido el destino de la humanidad! Día y noche he llorado por él. No le entregué para que le sepultasen —Por si mi amigo se levantaba ante mi lamento— siete días y siete noches, hasta que un gusano se deslizó de su nariz. Desde su fallecimiento no encontré vida, he vagado como un cazador por en medio del llano. Oh cervecera, ahora que he visto tu rostro, no consientas que vea la muerte que constantemente temo».

Ella le responde con una clase de filosofía práctica: «Gilgamesh, ¿a dónde vagas tú? La vida que persigues no hallarás. Cuando los dioses crearon la humanidad, la muerte para la humanidad apartaron, reteniendo la vida en las propias manos. Tú, Gilgamesh, llena tu vientre, goza de día y de noche. Cada día celebra una fiesta regocijada, ¡día y noche danza tú y juega! Procura que tus vestidos sean flamantes, lava tu cabeza, báñate en agua. Atiende al pequeño que toma tu mano, ¡Que tu esposa se deleite en tu seno! ¡pues esa es la tarea de la humanidad!»

Gilgamesh sigue viajando y encontrando personajes, a los que pregunta cómo conseguir la inmortalidad: «Recorrí y anduve por todos los países, atravesé montes abruptos, crucé todos los mares. Mi faz no se sació de dulce sueño, me exasperé con el insomnio; llené mis coyunturas de infortunio; maté oso, hiena, león, pantera, tigre, ciervo y cabra montés, las bestias salvajes y lo que repta del llano. Sus carnes comí y sus pieles me ceñí».

Finalmente, llega donde el sabio «Utnapishtim, el Lejano», que había alcanzado la inmortalidad para unirse a la asamblea de los dioses. Este le cuenta cómo sucedió el gran diluvio por culpa del dios «Enlil» (señor de la tormenta), al que molestaban los ruidos de los hombres, y cómo Enki (también llamado Ea), hijo de Anu (dios del cielo), que reina en el océano y es dios de la sabiduría le indicó que se construyera un arca para conservar en ella «simiente de todas las cosas vivas».

La destrucción fue tan grande, que hasta los mismos dioses se asustaron y lloraron. Siete días duró el diluvio, siete días después soltó una paloma, una golondrina (que regresaron, por no encontrar dónde apoyarse) y un cuervo (que no regresó, porque ya encontró lugar seco). Entonces dejó salir a los demás animales y ofreció un sacrificio.

Los dioses se pelean, porque Enki evitó que todos murieran, tal como pretendía Enlil. El primero dijo al segundo: «¿Cómo pudiste, irrazonablemente, causar el diluvio?¡Al pecador impón sus pecados, Al transgresor impón su transgresión! Sin embargo, ¡sé benévolo para que no sea cercenado! ¡Sé paciente para que no sea desplazado!»

Entonces, los dioses hicieron inmortales a Utnapishtim y su esposa, que sobrevivieron al diluvio. (En algunas versiones la inmortalidad es un castigo y la esposa termina suicidándose, porque no puede soportar más la vida). 

Utnapishtim indicó a Gilgamesh que debía recibir un baño de renovación en cierto lugar. Antes de partir, le reveló que hay una planta bajo las aguas del río de los muertos, con muchas espinas, distinta de todas las demás, que rejuvenece a quienes tienen la sabiduría para reconocerla y el valor para recogerla, y la comen.

Gilgamesh monta en la barca de Urshanabi (el barquero del río de los muertos), desciende atándose piedras a los pies, la consigue y lleva consigo, pero, en un descuido, una serpiente se la come y, en ese momento, muda su piel. «A esto, Gilgamesh se sienta y llora, las lágrimas se deslizan por su cara. Cogió la mano del barquero: «¿Para quién mis manos trabajaron? ¿Por quién se gasta la sangre de mi corazón? No obtuve una merced para mí…»

Cuando llegaron a Uruk, su ciudad, Gilgamesh hace una alabanza de las murallas y construcciones, indicando que será recordado por ellas y esta será su manera de alcanzar la inmortalidad.

Es muy interesante descubrir que el primer libro humano habla del deseo de inmortalidad, de vida más allá de la muerte, ya que la conciencia de la muerte es lo que nos diferencia de los animales y el deseo de pervivencia está inscrito en lo más profundo del corazón humano. De hecho, las primeras manifestaciones de lo que llamamos "conciencia" son los enterramientos de nuestros antepasados y los rituales que los acompañaban.

Al llegar la plenitud de los tiempos, Jesucristo nos indicó que la muerte no es el final del camino y que, quien cree en él vivirá para siempre.

Aquí está el texto completo, por si alguien tiene ganas de profundizar (60 cuartillas con las notas y reconstrucciones):
http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/ObrasClasicas/_docs/Gilgamesh.pdf

Presentación del poema y sus argumentos (14 páginas):
http://antiqua.gipuzkoakultura.net/pdf/POEMA%20DE%20GILGAMESH.pdf

Inicio del viaje de Gilgamesh (1 página):
https://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/poema-de-gilgamesh-fragmento/html/2bc8f2e3-ee85-4361-bcb8-85c82e50dc77_2.html

Relato del diluvio y de la búsqueda de la planta de la inmortalidad:
https://www.uv.es/ivorra/Historia/Historia_Antigua/Gilgamesh.html

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